Las elecciones del 23 de julio
- Escrito por Javier García Fernández
- Publicado en Opinión
Tras las elecciones de 23 de julio el panorama político está en parte despejado pero también con alguna incertidumbre importante. Por ello vamos a examinar: I) el fracaso de las predicciones y sondeos; II) cómo quedan los partidos; III) las causas del fracaso del Partido Popular; IV) los motivos por los que el PSOE ha soslayado el anunciado fracaso; y V) el panorama constitucional que se abre.
I) El fracaso de las predicciones y sondeos. Leyendo los sondeos y trackings electorales parecía que el pescado ya estaba repartido. Sólo el CIS apuntó que las tendencias iban por otro lado, con gran enfado de la prensa adicta al Partido Popular. La operación era de manual: unos sondeos muy poco fiables, con muy escaso gasto, iban todos dirigidos a crear el ambiente adecuado, esto es, el triunfo pleno del Partido Popular que ni siquiera iba a necesitar a Vox para gobernar. El tema se presta a la necesaria reflexión, pues la libertad de información [que la Constitución exige que sea veraz según su artículo 20.1.d)] no puede verse conculcada con pseudo-sondeos y con la trampa de sacar la media de los sondeos, buenos y malos, por lo que el Gobierno que se forme deberá estudiar si es necesaria una regulación que garantice la veracidad de todos los trabajos demoscópicos electorales.
II) Cómo quedan los partidos. No debemos minimizar los resultados de la derecha. Más de once millones de votos del Partido Popular y de Vox es una cifra muy sólida. Podemos sorprendernos de que once millones de españoles de todas las clases sociales voten a partidos que quieren practicar políticas que dañan los intereses de las clases medias y populares, pero es el dato frío que debe hacernos pensar que la izquierda tiene dificultad de llegar a franjas muy amplias de la ciudadanía. A fortiori cuando tres millones de votos van a un partido de extrema derecha y la presencia de la extrema derecha en los Gobiernos de Italia, Finlandia y Suecia (amén de Hungría y Polonia) no es un consuelo. Si, como esperamos, se vuelve a formar un Gobierno de izquierdas, habrá que examinar qué vías son las más adecuadas para consolidar una cultura política que debilite a la extrema derecha. En todo caso, aunque no tenga mayoría en el Congreso (pero sí en el Senado) los partidos de la derecha han alcanzado gran solidez en España y la estrategia de los partidos de la izquierda (y del Gobierno si se forma) ha de contemplar esa situación que no es fácil de revertir, pero ha de intentarse. En cualquier caso, el Partido Popular, a pesar de controlar el Senado y ser el partido más votado de España, queda hoy en situación de debilidad y hasta es posible que esté en peligro el puesto de su Presidente, al que probablemente harán responsable de la doble operación de crear expectativas exageradas y su subsiguiente frustración (lo veremos más abajo).
La izquierda ha salido bien parada. No sólo porque ha evitado de momento un triunfo de una derecha imbuida de valores extremistas, sino porque el PSOE ha subido ligeramente en votos y en escaños (un millón de votos y dos escaños) y ese incremento es realmente valioso dado el desgaste de gobernar en coalición y dada la terrible campaña de deslegitimación y de fake news de la derecha y de sus medios adictos. Tampoco ha salido bien parado Sumar, un partido nuevo y recientísimo que arrastraba los errores de Unidas Podemos y de su antiguo líder. Que el PSOE haya crecido cuando se ha visto impregnado de algunas de las políticas de Unidas Podemos que provocaban cierto rechazo en amplias franjas de ciudadanos demuestra la solidez de su Secretario General y el acierto de muchas de las decisiones del Gobierno de coalición, que han podido contrarrestar algunas de las medidas más controvertidas que impuso Unidas Podemos. El resultado es afianzar el liderazgo interno, tanto de Pedro Sánchez como de Yolanda Díaz, quienes salen reforzados de estas elecciones por el mero y decisivo hecho de que las derechas, con esta mayoría en el Congreso, no pueden aspirar al Gobierno.
III) Las causas del fracaso del Partido Popular. El Partido Popular ha resultado el primer partido en votos y en escaños a pesar de Núñez Feijóo. Un resultado muy bueno porque rebasa la suma de los votos de este partido, de todos los votos de Ciudadanos y de los votos que ha perdido Vox en relación a 2019. Pero las desmesuradas expectativas electorales que se hacía el principal partido de la derecha han dado la vuelta a estos resultados hasta el punto de convertir en fracaso unos datos buenos. Indudablemente, el Partido Popular estaba en buena posición para ganar el número suficiente de escaños para formar Gobierno, al menos con el apoyo de Vox. Sin embargo…
Al día de hoy es difícil no pensar que han sido los errores del Presidente del Partido Popular los que han provocado que éste no alcance los votos suficientes para tener mayoría en el Congreso. La facilidad de mentir y tergiversar datos, la huida del debate a cuatro de RTVE, el manejo continuo de falacias que no convencen a casi nadie (como en una entrevista en La Vanguardia donde repitió varias veces que la verdadera alianza era la del PSOE y Vox contra el Partido Popular), el entreguismo programático a la extrema derecha, la rapidez de acuerdos con Vox incluso con situaciones contradictorias como ocurrió en Extremadura, la constante sombra del delincuente Marcial Dorado, la ocultación del programa electoral, el desprecio hacia el adversario (manifestado en la humillante expresión de “sanchismo”), la desleal maniobra de dividir al PSOE, etc., han debilitado las expectativas de Núñez Feijóo y de su partido. Todo ello ha sido causa del fracaso del Partido Popular y todo ello debe achacarse a Núñez Feijóo, un político de provincias, sin visión de Estado, más aficionado a las marrullerías y a las trampas que a estudiar los asuntos, con notables déficits económicos y jurídicos. No es difícil augurar, como hemos dicho varias veces en esta página, que Díaz Ayuso no va a dejar de pasarle factura en muy poco tiempo.
IV) Los motivos por los que el PSOE ha soslayado el anunciado fracaso. Si el PSOE ha conseguido que su gestión en el Gobierno de coalición no le suponga una rémora sino, incluso, conlleve un pequeño avance es, en primer lugar, por la decisión osada de disolver las Cortes tras el fracaso electoral del 28 de mayo que le otorgó el dominio de la agenda política y evitó el descontento de los políticos socialistas de algunas Provincia (véase Javier García Fernández: “Unas elecciones complejas y una repuesta audaz” y “La disolución de las Cortes Generales por el Presidente del Gobierno. Aspectos constitucionales”, Sistema Digital, 29 de mayo y 14 de junio de 2023).
El segundo motivo del éxito es, naturalmente, la obra política (normativa y de gestión) de los dos Gobiernos de Pedro Sánchez en 2018 y 2020. El primer Gobierno era difícil de gestionar, con apoyos parlamentarios escasos y con la Presidencia del Congreso de los Diputados en manos del Partido Popular. El segundo Gobierno ha sido todavía más complejo de dirigir porque era la primera vez desde 1939 que se formaba un Gobierno de coalición que, a falta de experiencias anteriores y de una cultura ad hoc, que no se improvisa, es por definición conflictivo. Y a pesar de lo aficionados que han sido algunos Ministros de Unidas Podemos a airear diferencias y críticas, ha sido posible sacar adelante una obra legislativa y de gestión muy interesante. Porque hoy la mayoría de los españoles vive mejor y están mejor tratados que el 1 de junio de 2018.
Eso explica que el PSOE haya obtenido un millón de votos más que en 2019, aunque esa cifra importante sólo haya dado un resultado de dos Diputados. Y también explica que a pesar de la crisis aguda de Unidas Podemos (con la espantada de Iglesias Turrión) y de lo novedoso del tardío surgimiento de Sumar, éste sólo haya perdido cien mil votos en relación al resultado de Unidas Podemos de 2019.
V) El panorama constitucional que se abre. No debemos perder mucho tiempo en rebatir el erróneo discurso de Núñez Feijó que en la soflama a sus militantes en la calle Génova de Madrid aludió a un inexistente derecho a formar Gobierno por ser el partido más votado. Entre los muchos déficits jurídicos que posee el Presidente del Partido Popular está el de ignorar que el sistema parlamentario consiste en hacer del Parlamento el órgano central del Estado, de modo que es el Parlamento (o alguna de sus Cámaras, como en España) el que otorga, mantiene y retira la confianza al Gobierno. En el parlamentarismo, el Gobierno emana del Parlamento que otorga la investidura al Gobierno (o, como en España, al Presidente del Gobierno). Y si un candidato no alcanza votos suficientes (mayoría absoluta en primera votación, mayoría simple en segunda votación) habrá que ver si hay otros candidatos que pueden obtener el apoyo parlamentario que falta al primero.
Habrá tiempo de explicar la complejidad constitucional de la situación, pero ahora nos basta con saber que la fórmula de que gobierne el partido más votado es una fórmula que conduce a la ingobernabilidad porque, sin instrumentos correctores que no contiene la Constitución española, se forman Gobiernos muy débiles frente a un Parlamento hostil que les impide gobernar y legislar y hasta pueden ser derribados mediante una moción de censura como ocurrió en España en 2018. Por eso debe haber Gobiernos apoyados en mayorías parlamentarias suficientes, que den estabilidad al Gobierno porque la gobernabilidad es un valor constitucional latente que permite gestionar mejor los intereses de los ciudadanos.
En todo caso, sería interesante saber si Núñez Feijóo sigue pensando dirigirse a los “barones” socialistas en petición de que desobedezcan a la Comisión Ejecutiva Federal o, como dijo en su tribuna la noche electoral, va a pedir a “Ferraz” que permita la investidura, investidura que él no ha permitido en varias Comunidades Autónomas y en muchos Ayuntamientos.
Pero más allá de los delirios políticos del Partido Popular y de sus dirigentes, la formación de un Gobierno alternativo de la izquierda se encuentra, al día de hoy, con el obstáculo de necesitar, como mínimo la abstención de Junts. Es decir, un Gobierno progresista necesita que en la votación de investidura Junts no vote en contra uniéndose al Partido Popular y a Vox. El tema es serio y hace compleja la investidura, porque es posible que Junts exija contrapartidas inasumibles por el PSOE y, de no conseguirlas, prefiera unas nuevas elecciones que podrían dar un triunfo a las derechas. No es una fantasía, porque los independentistas extremos de Puigdemont, en capa caída, pueden preferir un Gobierno de derechas-extrema derecha para renacer. Lo mismo puede decirse de la hundida Esquerra, si bien ésta puede necesitar la neutralidad del PSC para seguir gobernado. Seguiremos comentando este tema crucial, pero hoy nos limitamos a ponerlo sobre la mesa.
En conclusión, unas elecciones con unos resultados que los buenos sondeos ya anunciaban que han abierto la posibilidad de que vuelva a formarse un Gobierno progresista que arrincone a una derecha que cada vez es más extrema y menos democrática.
Javier García Fernández
Subsecretario de Cultura y Deporte, Director general de Reclutamiento y Enseñanza Militar en el Ministerio de Defensa, Subdelegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Secretario General Técnico de los Ministerios de Vivienda, Presidencia y Relaciones con las Cortes, Delegado de España en la primera reunión Intergubernamental de expertos sobre el anteproyecto de convención para la salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, organizada por la UNESCO, en los años 2002 y 2003.
Fue fundador y director del anuario Patrimonio Cultural y Derecho desde 1997. Hasta la fecha ha sido también vicepresidente de Hispania Nostra, Asociación para la defensa y promoción del Patrimonio Histórico.