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El proceso constitucional chileno: ¿se pueden cometer más errores?


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Los resultados de las elecciones al Consejo Constitucional chileno, el órgano que debe redactar un proyecto de Constitución, no pueden haber sido más desastrosos por el triunfo de la extrema derecha y de la derecha frente a una exigua izquierda: sólo 16 consejeros de izquierdas frente a 34 consejeros de todas las derechas, con predominio de los pinochetistas.

Es difícil cometer más errores en la preparación de la campaña, en la determinación de la propia elección y en la política vacía e ineficiente del Gobierno del presidente Boric. Pero, si hemos de señalar un error que ha condicionado todo, ha sido el proyecto constitucional de 2022. Como se recordará, entre julio de 2021 y julio de 2022 se reunió una Convención constituyente que surgió de un referéndum de octubre de 2020 donde el 79% de los electores votó a favor de formar una Convención que redactara un proyecto de nueva Constitución. También se votó la composición de esa Convención de 155 miembros, donde la derecha tenía 37 y el resto correspondía a diversas izquierdas.

Esa Convención, tan mayoritariamente de izquierdas, se emborrachó de éxito y de izquierdismo. Y en lugar de aprobar un proyecto consensuado en los debates predominó el ala más radical, que tenía como ejemplo a seguir la Constitución bolivariana de Venezuela de 1999, que tiene más 350 artículos, o la Constitución de Bolivia, con más de 400 artículos. En ambos casos, se trata de textos que son la anti-Constitución, una combinación de verborragia y desconocimiento de lo que es y para lo que sirve el Derecho.

La mayoría ultraizquierdista de la Convención constitucional chilena no se quiso quedar rezagada con respecto a sus pares venezolanos y bolivianos y aprobó un proyecto de casi 450 artículos que, como sus antecesores bolivarianos, estaba lleno de frases tópicas (Estado plurinacional, regional y ecológico, República solidaria, democracia inclusiva), con inflación de derechos (sólo no creaba derechos para los extraterrestres), con un sistema de órganos constitucionales que provocaba la ingobernabilidad.

Esa escapada hacia la gloria ultraizquierdista, ese juego de asamblea de facultad en que se solazaron unos niñatos irresponsables, fue percibido por los ciudadanos que, convocados a referéndum el 4 de septiembre de 2022, rechazaron el proyecto con un 62% de los votos en contra y sólo un 38% a favor. El tema sería motivo de meditación para un gobernante responsable, de parar y buscar consensos y no repetir errores, pero Boric tenía prisa y ya en diciembre de 2022, sólo cuatro meses después del referéndum, se metió por otra vía novedosa. Esta vez se trataba, como así ha ocurrido, de convocar elecciones a un Consejo constitucional que asumiría el trabajo previo de un equipo de expertos.

¿Es que el Gobierno chileno no conoce sondeos de opinión? ¿Es que Boric no ha percibido que sus apoyos en la población van en disminución? ¿No entendió que someter la reforma constitucional a un nuevo proceso electoral era una operación muy arriesgada porque el ciudadano tiene todavía fresco el recuerdo de la borrachera ultraizquierdista y lo probable es que votara en clave conservadora?

El resultado ha sido doblemente desastroso para la democracia chilena. En primer lugar, Boric ha regalado un extraordinario triunfo a la extrema derecha, un triunfo gratuito e innecesario. Pero lo peor, y eso tiene dimensiones estratégicas, es que no va a ser posible reformar la Constitución pinochestista o, si se reforma, será una Constitución de extrema derecha. La Convención elegida en 2020 traicionó a los ciudadanos chilenos. Pletóricos de izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo (Lenin dixit), podían haber preparado una Constitución progresista y sensata, pues disponían de una mayoría única que no se volvería a repetir. Pero prefirieron jugar a Robespierre, a Marat y a Danton y a coleccionar todos los tópicos verbales de la ultraizquierda bolivariana. Y se quedaron sin nada.

El caso chileno es un ejemplo a tener en cuenta. Unas condiciones óptimas para superar la Constitución de la dictadura y redactar un texto sensato que permitiera la gobernabilidad se han tirado por el vertedero para satisfacer el ego intelectual de un grupo de iluminados que no conocían el país para el que estaban preparando la Constitución. Y Boric, por si acaso, ha tropezado por segunda vez en la misma piedra. Con esas izquierdas, las derechas no son necesarias para destrozar un país.

 

Subsecretario de Cultura y Deporte, Director general de Reclutamiento y Enseñanza Militar en el Ministerio de Defensa, Subdelegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Secretario General Técnico de los Ministerios de Vivienda, Presidencia y Relaciones con las Cortes, Delegado de España en la primera reunión Intergubernamental de expertos sobre el anteproyecto de convención para la salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, organizada por la UNESCO, en los años 2002 y 2003.

Fue fundador y director del anuario Patrimonio Cultural y Derecho desde 1997. Hasta la fecha ha sido también vicepresidente de Hispania Nostra, Asociación para la defensa y promoción del Patrimonio Histórico.