La trampa menstrual de la inferioridad constitutiva
- Escrito por Rosa Amor del Olmo
- Publicado en Opinión
La metafísica de los sexos, que también se podría calificar de esencialismo, afirma una diferencia notable, incluso natural, entre las mujeres y los hombres, y define sus especificidades respectivas. Trayendo hoy a Simmel1 a propósito de la “ley menstrual” que ha abofeteado a toda la lucha feminista por la igualdad, dicho sea de paso, recordamos algunos aspectos fundamentales.
La mujer está íntegramente inmersa en su feminidad2, concepto obsoleto en la actualidad, pero útil para referirnos a conceptos y momentos históricos superados. Su relación con el sexo es centrípeta e intrínseca: no depende de su relación con el hombre. Por el contrario, la masculinidad es centrífuga, es decir, que el hombre sólo se define saliendo de sí mismo, objetivándose, y únicamente se afirma como sexuado en su relación con la mujer. Una mujer es una mujer en sí misma; un hombre es un hombre en su relación sexual con la mujer. De tal suerte, hay en la mujer una cierta confusión entre la individualidad y la feminidad, mientras que en el hombre, masculinidad e individualidad se distinguen netamente. De ahí el malentendido de las relaciones amorosas en las que una mujer busca a un individuo, mientas que un hombre busca la feminidad -el sexo- que asegure su virilidad. Así, pues, la relación sexual propiamente dicha constituye un problema, y la prostitución -en este momento otra gran contradicción gestora del Ministerio de la Igualdad- es la manera en la que algunos hombres, demasiados, han tratado de resolverla desde su punto de vista, al instrumentalizar a ciertas mujeres en su beneficio.
Analizadas las posibles salidas a semejante situación lamentable -según el ideal de Simmel- solo se consideraría valida la del acceso de las mujeres a la libertad sexual, reivindicado por las corrientes feministas de la época, mientras se es consciente de que esta libertad sexual no está necesariamente en armonía con los imperativos de la feminidad. Con todo, en su aparente y o quimérica “liberación”, la mujer sigue siendo tributaria de las exigencias de los hombres.
Esta concepción de Simmel da por conclusiones entre otras cosas que no hay solo una diferencia de sexos, sino también dos registros sexuados heterogéneos, dos modos de relación con el mundo y con la sexuación, cuya armonización es por lo menos difícil, cuando no imposible, a menos que uno se aliene a otro. Aquí reside el problema que se plantea con esta “Ley”. Estamos de acuerdo con la sección dedicada a la menstruación, donde se encuentra la distribución gratuita de productos de higiene menstrual en espacios públicos y centros educativos.
Por primera vez se incluye la salud menstrual como estándar de salud. Para Montero, "esto implica reconocer y actuar contra el conjunto de estereotipos y prejuicios que rodean esta dimensión de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres". La Ley incluye también el derecho a la incapacidad temporal por cuadros médicos que se deriven de reglas incapacitantes. No estaba previsto en la andadura del feminismo mezclar todo en una especie de cajón desastre donde “vamos a beneficiar incluso a nuestros enemigos” para obtener votos de todo quisque.
Para François Collin3, la diferencia entre los sexos no se funda en última instancia en la biología. Ella recuerda que “la biología nos enseña la indiferenciación sexual primitiva del embrión, que puede evolucionar de manera ambigua o ambivalente” lo que explica que haya mujeres masculinizadas y hombres afeminados. La diferencia se debe más bien a una formación cultural, pero tan profundamente arraigada en cada uno que sería peligroso querer subvertirla. Dicha formación cultural impone sí es sí, tu destacable rol en la sociedad porque tienes la regla, tus privilegios desigualitarios porque estás en edad de tener la regla…y no se entiende. ¿Son los privilegios de las trabajadoras que comienzan su vida laboral en torno a qué? ¿los 25 años? ¿hasta la edad de la menopausia 45 o 50 si no has tenido mucho estrés? ¿Porqué significarse así?
Las mujeres tienen (tenemos) un modo de existencia específico, pero esta especificidad consiste precisamente en la inmanencia, en la relación consigo misma, y no en la exteriorización, en la realización de si misma en los objetos, rasgo propio de lo masculino, por así llamarlo. Al compartir con el mundo cuando tenemos la regla y podernos poner de baja, se rompe por definición la igualdad. ¿En serio vais a contratar a mujeres que una semana al mes se piden una baja? Si ya se ha impuesto el maldito edadismo, donde te ponen en la calle por edad (más allá de los 45 comienzas a molestar) y pierdes tus privilegios de persona, sabia, académica, científica…hasta que les expliquen a las nuevas generaciones que ellas también algún día cumplirán años. Es la ley del divide y vencerás completamente y es entrar a muerte en la intimidad aireada de la que todas huimos, como se huye de hacer público lo importante de la vida, verbi gratia, nunca pondríamos en la arena pública las creencias, el amor, ser espía, ser rojo, ser facha, del Atleti, ser masón, tu privacidad, ser lo que uno quiera ser, hasta ser de pueblo.
La historia nos contaba que hasta ahora había dos sexos, pero sólo una cultura, por desgracia la cultura de uno de ellos y el otro participaba de esa dictadura. Se luchaba por una cultura única para todos, igualitaria, casi se llega a conseguir en algunos aspectos. Ya vemos que es solo otra utopía más. Si un hombre puede -hoy- ser mujer porque comulga con el lenguaje único, se quedará fuera de él cuando no tenga la regla. Solo se apoyará las bajas por la regla, las bajas de las que pueden procrear…Un gran paso atrás, sin duda.
Ha habido entonces, dos maneras sexuadas de ser en el mundo, solo hay una manera de inscribir en él una marca propia, un único lenguaje, pero la defensa por la libertad de las mujeres ha de ejercerse en esa dirección en esa lengua común y de ser en su favor, no en su contra.
1Sí, George Simmel fue un destacado sociólogo y filósofo alemán que vivió entre 1858 y 1918. Es conocido por sus contribuciones a la sociología y la filosofía de la cultura y la modernidad. Entre sus obras más importantes se encuentran "La filosofía del dinero", "El conflicto de la cultura moderna" y "Las grandes ciudades y la vida del espíritu". En estas obras, Simmel aborda temas como la vida urbana, las relaciones sociales, la cultura, la subjetividad y la identidad. Simmel es considerado uno de los fundadores de la sociología moderna y su trabajo ha sido influyente en disciplinas como la antropología, la psicología social y la teoría crítica. También es conocido por su estilo de escritura caracterizado por su perspectiva subjetiva y su atención a los detalles cotidianos. 2002d. [1911]. “Lo relativo y lo absoluto en el problema de los sexos”. En Sobre la aventura. Ensayos de estética (pp. 87-139). Barcelona: Península.
2El concepto de feminidad ha evolucionado y ha sido objeto de debate en las últimas décadas. Históricamente, la feminidad se ha asociado con rasgos como la suavidad, la ternura, la empatía y la belleza física, mientras que la masculinidad se ha asociado con rasgos como la fuerza, la independencia y la competencia. Sin embargo, muchas personas hoy en día consideran que estas concepciones tradicionales de la feminidad y la masculinidad son limitadas y restrictivas, y que las personas deben tener la libertad de expresar su género y su identidad de género de la manera que deseen, sin ser juzgadas por la sociedad. Además, el concepto de feminidad también ha sido cuestionado desde una perspectiva feminista, ya que históricamente ha sido utilizado para justificar la subordinación y la opresión de las mujeres. Por tanto, muchas feministas han tratado de redefinir y ampliar el concepto de feminidad para incluir características y comportamientos que se consideren positivos y valorados en las mujeres, como la inteligencia, la determinación, la autonomía y la capacidad de liderazgo.
3Le Différend des sexes, Pleins Feux, 1999.
Rosa Amor del Olmo
Doctora en filosofía y letras, Máster en Profesorado secundaria, Máster ELE, Doctorando en Ciencias de la Religión, Grado en Psicología, Máster en Neurociencia. Es autora de numerosos artículos para diferentes medios con más de cincuenta publicaciones sobre Galdós y trece poemarios. Es profesora en varias universidades y participa en cursos, debates y conferencias.