Un año de agresión contra Ucrania
- Escrito por Javier García Fernández
- Publicado en Opinión
Esta semana cumple un año la agresión rusa contra Ucrania. Un año en que han muerto miles de civiles ucranianos y otros miles han quedado heridos o mutilados. Un año de destrozos en las viviendas, en los servicios públicos y en las infraestructuras ucranianas que han arrebatado a muchas personas los bienes que constituyen los referentes materiales de su existencia. Y en Rusia han necesitado miles de muertos y de heridos para avanzar muy poco en el territorio que Putin pretendía conquistar, como hizo Brezhnev en 1968 en Checoslovaquia. A pesar de estar atascado (o quizá por), Putin ha practicado una huida hacia adelante propia de los animales acorralados en el discurso pronunciado el 21 de febrero sobre el estado de Rusia, al acusar de agresión a Estados Unidos y al denunciar los Tratados internacionales sobre proliferación nuclear suscritos por la Federación Rusa. Putin ha fracasado en su agresión, pero no puede dar marcha atrás porque estaría reconociendo su derrota. Y como buen bolchevique no le importa sacrificar a miles de ciudadanos y arruinar la economía rusa. Cualquier cosa antes que aceptar el fracaso.
Si Rusia está estancada en su agresión (pero sigue destrozando vidas y bienes ucranianos todos los días) no es sólo por la heroicidad de los militares ucranianos, ni por la posición compacta de los ciudadanos de Ucrania frente a un agresor que sometería a un Estado libre y democrático al vasallaje de una Potencia. Ucrania ha podido enfrentarse a un Estado agresor que está cometiendo constantes crímenes contra la Humanidad gracias a la ayuda militar de los países europeos y de Estados Unidos. Sin el apoyo militar de la OTAN y de la Unión Europea, Ucrania hoy sería ya una colonia de Rusia que, como se ha visto en las zonas ucranianas que ha ocupado, actúa con la crueldad que ya practicaban los Ejércitos alemanes entre 1939 y 1945.
Llegados a este punto, conviene recordar una circunstancia. El mensaje liberador de los bolcheviques caló pronto en todo el mundo y cientos de miles de personas que deseaban sinceramente la emancipación del género humano lucharon por esa emancipación desde los partidos comunistas que, desde 1917, pretendían ser la vanguardia, la cabeza, del proletariado organizado. Pero los socialdemócratas más lúcidos vieron pronto, desde los años veinte del pasado siglo, que el nuevo Estado comunista, la URSS, no aseguraba la liberación política y social de la clase trabajadora ni tampoco era un Estado eficiente que, al menos, proporcionara servicios básicos y suficientes a sus ciudadanos. El paraíso soviético del proletariado resultó ser un Estado dictatorial que con Stalin liquidó incluso a la propia élite comunista y que luego, tras la Segunda Guerra Mundial, no fue capaz de proporcionar a sus ciudadanos la cuarta parte de servicios que ofreció el Estado social en Europa occidental. Cuando Gorbachov accedió a la Secretaría General del PCUS la URSS era un Estado si no fallido, al menos fracasado, y su perestroika sólo permitió al país despojarse de la ideología pseudo-igualitaria que parecía ser su razón de ser, pero no democratizó la URSS sino que cambió la apariencia de la oligarquía que dominaba el país, que se despojó de su vestimenta comunista para cubrirse con un ropaje sin ideología, pero conservador y bendecido por la igualmente conservadora Iglesia Ortodoxa. Los antiguos dirigentes comunistas y sus servidores, el KGB, modificaron su veste, perdieron el pudor que antes tenían de exhibir sus riquezas e hicieron de Rusia un Estado autoritario, social y económicamente ineficiente que tiene como aliados a la Hungría de Orban, a ciertos partidos europeos de extrema derecha, a Berlusconi, a Cuba, a Nicaragua y a Venezuela. Los más granado de la democracia mundial más China, que es otro ejemplo de democracia.
Los lectores estarán preguntándose por qué esta reflexión histórica. Porque la semana pasada hemos tenido ocasión de escuchar a representantes de cierta izquierda en un acto denominado “III Conferencia Europea de Paz” algunos propósitos que realmente no entiendo procediendo de lo que se considera la izquierda, aunque coinciden con lo que manifiestan Berlusconi y Orban. En esa “III Conferencia Europea de Paz” se ha llegado a pedir al Presidente del Gobierno que reconozca el “ERROR” de apoyar la escalada bélica. También se ha reprochado al Presidente Sánchez (o quizá al PSOE, la intención es la misma) por alinearse con Estados Unidos y apoyar el lobby armamentístico. Incluso se han permitido denominar a Felipe VI “Rey belicista”. Todo ello en un tono y unas formas propias de una asamblea de Facultad (de las de antes).
Todas las afirmaciones vertidas en esa pseudo-asamblea de Facultad me llevan a la perplejidad. El reproche principal (que habrá que hacer al Gobierno, ni a su Presidente ni al PSOE) es que ante la guerra no se debería armar a Ucrania, sino emplear la diplomacia. A este argumento central se suelen añadir otros más sibilinos como, por ejemplo, que Europa se equivoca porque la guerra va provocar un descenso del nivel de vida. También se suele invocar otro argumento consistente en señalar que hay guerras similares en África y que no por eso Europa se implica de la misma manera.
Al final, detrás de las equidistancias, de la escalada “belicista” de Ucrania, no de Rusia, de ese ejemplo de las guerras africanas, lo que hay es la toma de partido en favor de Rusia que no se atreven a explicitar. Y yo me pregunto, ¿qué nueve a la extrema izquierda hoy (no en 1930) a apoyar a un régimen dictatorial, corrupto, oligárquico y conservador? Esa izquierda extrema, ¿sigue creyendo que Rusia es la continuadora de la URSS que fue el paraíso del proletariado? ¿De verdad lo creen? Y llegados a este punto, ¿sólo les mueve la ideología (aunque sea anacrónica e irreal) u otros fines más tangibles? ¿No se sienten incómodos teniendo como aliados a Berlusconi, a Orban y a la extrema derecha europea?
No se puede aceptar que nadie, desde la izquierda, considere un error haber apoyado a un país agredido. Es simplemente inaceptable y la persistencia de estas críticas nos muestra que hay izquierdas que viven fuera del mundo. Es una izquierda marciana que puede actuar así por ingenuidad, pero también buscando apoyos materiales.
Javier García Fernández
Subsecretario de Cultura y Deporte, Director general de Reclutamiento y Enseñanza Militar en el Ministerio de Defensa, Subdelegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Secretario General Técnico de los Ministerios de Vivienda, Presidencia y Relaciones con las Cortes, Delegado de España en la primera reunión Intergubernamental de expertos sobre el anteproyecto de convención para la salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, organizada por la UNESCO, en los años 2002 y 2003.
Fue fundador y director del anuario Patrimonio Cultural y Derecho desde 1997. Hasta la fecha ha sido también vicepresidente de Hispania Nostra, Asociación para la defensa y promoción del Patrimonio Histórico.
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