La derecha ha perdido toda legitimidad democrática
- Escrito por Ana Noguera Montagud
- Publicado en Opinión
Cuando alguien se pregunta cuál es el camino escogido por Feijóo, creo que la respuesta ya está clara. Sencillamente sigue los mismos pasos que, desde que apareció Aznar en el escenario político, ha realizado el PP y la derecha mediática-social en este país, y que sigue varios pasos:
- Negar la legitimidad del gobierno democráticamente elegido. Lo hicieron con Felipe con aquel “váyase, señor González” que inició una agresividad sin precedentes. Lo hicieron con Zapatero, rompiendo desde el minuto cero cualquier posibilidad de consensuar grandes pactos de Estado como el tema del terrorismo, que fue utilizado como arma arrojadiza, después de que el propio Zapatero fuera absolutamente leal con el gobierno de derechas y con España. Y lo han hecho con Pedro Sánchez que le han negado toda posibilidad, con una oposición que ha rallado todo el tiempo los límites democráticos, hasta que han saltado todas las líneas permitidas. Nunca perdonaron que ganara una moción de censura. Nunca han perdonado que pudiera ganar unas elecciones. Nunca han perdonado que consiga, de forma absolutamente democrática, negociar y consensuar con el parlamento español sus presupuestos, leyes y acciones de gobierno. No ha existido en la historia democrática un gobierno con tanta capacidad de negociación como el que representa Pedro Sánchez que, semana tras semana, debe negociar cada una de sus medidas. Algo realmente difícil, pero, sin duda, altamente democrático.
- El acoso y derribo del gobierno sin medir ni la educación ni los límites permitidos. Todo vale. No han escatimado en insultos, apilados uno sobre otro; no han escatimado en retorcer los hechos, en interpretar de forma torticera los debates. No han escatimado en asfixiar, no solamente la acción política, sino a la propia persona. Sin embargo, escuchar en estos momentos a la nueva lideresa del PP, Isabel Díaz Ayuso, quien parece marcar los tiempos y la estrategia política del PP (por encima del propio Feijóo), resulta vergonzoso: filoetarra, tirano, quiere una dictadura, … y una larga sarta de improperios que en cualquier colegio público estarían prohibidos por calificarlos de insultos y denigraciones. No solo son los calificativos sino las formas: destilan odio.
- Bloquear los instrumentos que están en su mano. Como es el caso del poder judicial. Cada vez que el PP ha hecho oposición, ha bloqueado la renovación de los magistrados del poder judicial. Pero nunca había sobrepasado los límites ni en tiempo ni en utilización y uso de sus jueces miembros.
Ahora bien, lo ocurrido estos últimos diez días ha sobrepasado todos los límites. La utilización del Consejo General del Poder Judicial, “secuestrando” su renovación, impidiendo su imparcialidad e independencia, y utilizando de forma partidista órganos imprescindibles para la democracia como el Tribunal Constitucional, que se ha convertido en la oposición “desde fuera” del parlamento al propio gobierno, amordazando a los propios diputados impidiendo que ejerzan su labor parlamentaria.
Nunca se ha visto en la historia de la democracia IMPEDIR que los diputados voten. Y eso lo han hecho los jueces conservadores “amigos y afines del PP”, los que son “juez y parte”, los que deberían haber dimitido por vergüenza propia y ajena, los que están atrincherados en sus cargos incumpliendo el mandato de la propia Constitución Española.
Sinceramente, mi ingenuidad y formación democrática me hacían pensar que no se atreverían los magistrados conservadores del Tribunal Constitucional a paralizar una votación del Senado antes de que se produjera. Pensé que su profesionalidad, su convicción jurídica, su fortaleza ciudadana estaría por encima del uso y abuso que hicieron. Y me equivoqué.
La votación fue de una gravedad sin precedentes.
Y, como dice Nacho Escolar en su análisis, el problema reside tanto en la forma como en el fondo. En el fondo porque hay que preguntarse si el Tribunal Constitucional, con el mandato caducado, puede interrumpir el proceso legislativo del Parlamento. A ello hay que sumar que pretende anular una votación del Senado que aún no se ha realizado.
Y no se han respetado ni las formas imprescindibles para que la ciudadanía confíe en sus órganos más importantes como es el poder judicial y en la separación de poderes. No se ha respetado ni siquiera la apariencia de imparcialidad. “La mujer del César no solo ha de serlo, sino parecerlo”. Aquí, ni tenían derecho a hacerlo porque su mandato estaba caducado, sino además no se han molestado en parecer imparciales.
Hay que detenerse un momento y elevar la voz ciudadana para que esto no pase inadvertido. Se ha producido un sabotaje ante la acción democrática de nuestras cámaras de representantes:
- No es posible anular la legitimidad democrática de las cámaras parlamentarias, elegidas por los ciudadanos.
- No se puede permitir la intromisión y el sabotaje realizado por el poder judicial “parcial”, impidiendo la actividad de los senadores.
- No es admisible que un partido “aparentemente” democrático y que pretende gobernar el país, como es el PP, tenga secuestrado al poder judicial impidiendo su renovación constitucional.
Y, ante todo lo ocurrido, Feijóo permite y ordena que estos ataques a la democracia se produzcan. Enciende las hogueras, aviva el fuego, lanza las piedras, y, luego, sale a pedir calma y sosiego. Se comporta con el mayor cinismo ante la ciudadanía.
Como bien señala Esther Palomero en su columna, “La deriva que ha decidido seguir Feijóo, en connivencia con la derecha judicial, no sólo muestra un absoluto desprecio por las normas más elementales de la democracia, sino que habla además de un PP dispuesto a tensar las costuras del Estado cuanto haga falta hasta que vuelva a ganar unas elecciones”
Si los españoles no se dan cuenta de lo ocurrido, todo lo que ha pasado con el Tribunal Constitucional quedará como una simple treta del juego político en las estrategias de desgaste. Sencillamente, dará la impresión de que el PP exagera sus modales, sus palabras y sus actuaciones, con el fin de alcanzar el poder, sin que esto tenga más consecuencias.
Pero no es así. En realidad, nos encontramos ante el momento de mayor debilidad de la democracia española, producida de forma consciente por el PP. Porque han emprendido una “guerra judicial” interesada, han utilizado el poder judicial en su beneficio, y han emborronado la separación de poderes tan imprescindible para la salud democrática.
Todo ello creando un ruido ensordecedor, utilizando la sucia treta de que “todos los políticos son iguales” y que el barro mancha a todos por igual. Un juego perverso que tiene a los medios de comunicación conservadores, algunos incendiarios, que no solamente jalean y aplauden la estrategia del PP, sino que dictan la estrategia. La confusión en quien manda en el PP es más que evidente, porque Feijóo está siendo dirigido por los nuevos líderes políticos ubicados en sus posiciones más extremas (más incluso que la propia ultraderecha), y por unos medios de comunicación que marcan los pasos de Feijóo.
Si esto se permite, ¿qué es lo siguiente que hará el PP? ¿hasta dónde llegarán para desestabilizar un gobierno elegido democráticamente?
Ana Noguera Montagud
Doctora en Filosofía por la Universidad de Valencia.
Tutora de Sociología en la UNED (Valencia)
Miembro del consejo de redacción de la revista Temas para el Debate, y crítica de libros de la revista Sistema.
Articulista en la revista digital Sistema Digital.
Miembro de las asociaciones literarias Concilyarte y Clave.
Ha codirigido cursos de la UIMP (Valencia)
Miembro de varias ONG Greenpeace, Médicos Sin Fronteras, Cruz Roja, Amnistía Internacional y Fundación Hugo Zárate.
Coordinadora de actos culturales: mesas redondas, presentaciones de libros, encuentros literarios y exposiciones.
Varias publicaciones: artículos de prensa, críticas de libros, artículos de reflexión filosófica, antologías poéticas, novela y ensayo.