Los medios de comunicación liberales y Clara Campoamor
- Escrito por Jagoba Álvarez Ereño
- Publicado en La Zurda
El sufragio femenino o la figura de Clara Campoamor suscita en determinadas fechas señaladas, tres o cuatro veces al año, ciertas polémicas. Una de las habituales suele ser el tratamiento que se da en los medios de comunicación. El más reciente es el vídeo de no más de 7 minutos que realizó el diario digital «El Liberal» con motivo del 8 de marzo, día mundial de la mujer trabajadora. En él cuentan, tal y como pone el título, «La verdad sobre el sufragio femenino en España».
Al inicio del vídeo se afirma que «la gran mayoría de partidos políticos quieren ser los primeros en colgarse medallas y más aún si nos referimos al voto de la mujer» y en esto tiene razón, sobre todo los partidos (PP y Ciudadanos) que no existían cuando se debatió y aprobó el sufragio femenino en 1931. Y entrada a las explicaciones se pregunta: «¿Pero nos han contado la verdad sobre el sufragio femenino en España y sobre la figura de Clara Campoamor?».
Sigue con una breve explicación sobre la situación de la mujer a nivel electoral: podían ser elegidas parlamentarias, «pero paradójicamente no tenían derecho a votar en unas elecciones». Efectivamente esto es correcto, las mujeres españolas no pudieron votar en las elecciones generales del 28 de junio de 1931 ni en las anteriores. Sin embargo, si podían presentarse como candidatas y ser elegidas diputadas. La aprobación del sufragio femenino acabó con este contexto casi incomprensible. Aquí es donde introducen la figura de Clara Campoamor quien, tal y como explican, con sus esfuerzos logró que esta cuestión fuese tratada a pesar de la oposición que hubo.
Hasta aquí todo parece correcto. Sin embargo, al comenzar a hablar más detenidamente del contexto es cuando la cosa empieza a torcerse. De tal forma, en el vídeo comienzan a hablar sobre las posiciones que «tenían en este asunto las únicas tres diputadas que en ese momento había en el Congreso». ¿Con cuál de las tres comienzan? Con Margarita Nelken, no podía fallar. Lo cierto es que Margarita Nelken no se opuso como diputada al voto femenino el 1 de octubre de 1931 básicamente porque no era diputada aún. Tal y como expuse en mi artículo «El sufragio femenino y la posición del PSOE», también publicado en El Obrero, Nelken ni se ausentó de la votación, ni votó en contra ya que no fue elegida diputada (por Badajoz) hasta las elecciones parciales del 4 de octubre. No sería dada de alta como diputada hasta el 10 de octubre y no juró su cargo hasta el 19 de noviembre.
Alguien podrá decir: bueno, no se opuso como diputada, pero expresó en varias ocasiones su disconformidad a conceder el voto de la mujer. En el vídeo se afirma que se oponía al voto femenino «ya que creía que la mujer no tenía la suficiente capacidad para votar y estaría influenciada por su marido o por la Iglesia» y para justificar esta afirmación utilizan una frase de su texto titulado «La mujer ante las Cortes Constituyentes» (1931): «Poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario». Efectivamente esto es cierto, Nelken expresó públicamente en varias ocasiones su posición negativa al sufragio femenino antes del 1 de octubre. Sin embargo, detenerse en eso sin explicar el contexto en el que lo afirma y por lo tanto los temores que le generan es poco menos que contar las cosas de una manera adulterada.
Del mismo modo que Indalecio Prieto, Nelken no es partidaria del sufragio femenino en ese momento porque en la España de 1931 la Iglesia seguía teniendo mucho poder social. Tal vez algo menor en las grandes ciudades o capitales de provincia, pero en el resto del país la Iglesia seguía teniendo un cierto control e influencia en los valores.
Eso implicaba también las opiniones políticas de las mujeres lo que podía provocar una victoria conservadora. De hecho, pocos días antes de la votación del sufragio femenino varios grupos de mujeres católicas acompañadas por Gil Robles y la marquesa de Unza del Valle entregaron al presidente del Congreso un mensaje en el que solicitaban las siguientes cuestiones: primero, no alterar el artículo dos de la «todavía vigente Constitución sin previo acuerdo con la Santa Sede porque la mayoría de los ciudadanos españoles es católico, apostólico, romano»; segundo, no excluir «a los padres de familia ni a los prelados de los consejos de instrucción pública y que se considera obligatoria la enseñanza de la religión católica en las escuelas e institutos»; tercero, respetar «a la familia cristiana considerando el matrimonio indisoluble como hasta la fecha»; cuarto, no expulsar de España «a las órdenes religiosas y que se permita volver a sus diócesis a los señores prelados que forzosamente las han abandonado». («ABC» 30-IX-1931)
Esta propuesta venía avalada por un millón cuatrocientas noventa mil firmas de mujeres según los promotores en el periódico «La Nación». El papel de la religión y por ende de la Iglesia, como vemos, era grande en ese momento. Lo cierto es que los grupos católicos llevaban varias semanas movilizando sus medios de comunicación criticando la nueva Constitución. En el diario «La Nación» el 29 de septiembre, por ejemplo, se decía que la nueva Constitución republicana era «la más antirreligiosa del mundo después de las de Rusia y Méjico (…) Armada o pacífica, es la guerra civil, la guerra de los espíritus la consecuencia irremediable de una persecución del Gobierno y de las Cortes contra la convicción católica, aún poderosísima en el país».
El país salía de la dictadura. Dictadura en la que la Iglesia vio reforzado su poder social. De hecho, bajo Primo de Rivera se potenció notablemente la tutela moral de la Iglesia católica sobre la población. ¿Podemos entonces juzgar con los ojos de hoy el temor de determinados ciudadanos de entonces a perder la recién creada república democrática a manos de una nueva restauración monárquica o dictadura? Sí, podemos. Pero si todo lo anterior no se explica no se entiende que Margarita Nelken siendo mujer pudiese estar en contra de la aprobación del sufragio en ese momento y el vídeo más que como un ejercicio de análisis histórico queda como un mero panfleto audiovisual de una determinada posición política.
Es por el contexto que acabo de explicar por el que Nelken en su texto «La mujer ante las Cortes Constituyentes» afirma: «No hay una sola mujer española, católica practicante, es decir, una sola mujer que se confiese, que no haya sido interrogada por su confesor acerca de sus ideas políticas y acerca de la inclinación que ha de darles y que ha de procurar dar a las de cuantos la rodean». Por tanto, tal y como expresa Antonio González en su libro «Margarita Nelken: impulsora del feminismo español, diputada socialista, miliciana comunista, exiliada»: «Es su posición feminista la que le impide aconsejar el voto a la mujer, pues el voto es cuantitativo, no cualitativo en el que pensaba que, salvo intelectuales y Obreras de la capital, el resto de las mujeres españolas otorgaría el voto según le indicaría su marido como su padre, o su confesor».
Normalmente es ahora cuando suelen salir con el argumento de que Nelken tenía un sentido tacticista del sufragio femenino. Evidentemente. Del mismo modo que Campoamor hizo gala de ese mismo tacticismo con respecto a la cuestión de introducir el divorcio en el articulado de la Constitución.
Tal y como expliqué en «Clara Campoamor y su tacticismo», publicado en El Obrero, dentro del conjunto de nuevos derechos femeninos que querían legalizar en la nueva Constitución republicana encontramos la cuestión del divorcio. Campoamor hará uso del tacticismo al sacrificar este derecho de la mujer por lo que entendía un bien mayor.
El PSOE había presentado una modificación que después defendieron en el Congreso en la que se declaraba que el divorcio se concedería la mujer sin tener que alegar ningún tipo de causa. Esta propuesta fue propuesta y defendida en la Comisión constitucional por el diputado socialista Jiménez de Asúa. Posteriormente, el 15 de octubre, en el Congreso su compañero Sanchís Banús la defendió cuando se debatió la aprobación del artículo constitucional. La intención de los socialistas, tal y como comenzó a explicar Banús en su intervención, era la de defender «el mantenimiento de los términos de la primitiva redacción del dictamen de la Comisión constitucional». Fue el diputado Juan Castrillo (pertenecientes a la Derecha Liberal Republicana) el encargado de rechazar la propuesta socialista en nombre de la Comisión. Por lo tanto, la enmienda socialista tuvo que pasar por una votación en la que fue aprobada en consideración por 169 votos a favor frente a 153 en contra. En esa votación Indalecio Prieto votó a favor de la propuesta defendida por Banús. También votó a favor la diputada radicalsocialista Victoria Kent. Sin embargo, la diputada Campoamor se abstuvo.
¿Si se abstuvo podemos entender que era contraria a la propuesta socialista? No, aunque sea este uno de los argumentos esgrimidos por las personas que acusan de tacticismo a Prieto al abstenerse en la votación sobre el sufragio femenino el 1 de octubre. ¿No debería valer ese mismo argumento ante esta actitud de Campoamor?
La propia Campoamor lo aclara en su libro «El voto femenino y yo, mi pecado mortal»: «La enmienda fue rechazada por todos los miembros de la comisión no socialistas; votaron en contra derechas y republicanos de todos los matices. También voté yo en contra». ¿Cuál fue el motivo por el que votó en contra? Ella misma lo explica unas líneas después: «La enmienda Sanchís Banús era por ello acordé con un principio humano de ayuda preferente a seres desiguales. Pero yo sacrifiqué mi sentido a la lógica; preveía las dificultades parlamentarias (…) y mi deber era sacrificar a la táctica en defensa del conjunto de reivindicaciones que la suerte me había impuesto defender».
El vídeo continúa con la votación del 1 de octubre y qué partidos votaron a favor o en contra. «Hubo un popurrí de partidos de ideología». Esto es correcto, si algo podemos decir de los partidos que votaron a favor es que fue una amalgama de diferentes tendencias: PSOE (84 votos), Derecha Liberal Republicana (17), ERC (8), Agrupación al Servicio de la República (8), Partido Agrario (7), ORGA/FRG (6), PNV (4), Comunión Tradicionalista (4), Partido Republicano Democrático Federal (4), Alianza Republicana (3), Partido Republicano Radical (2), Partido Republicano Radical Socialista (2), Agrario independiente (2), Independientes (2), Independiente fuerista (1), Unió Socialista de Catalunya (1), Partido Republicano Liberal Democrático (1), Partido Catalanista Republicano (1), Regional Independiente (1), Agrario católico (1), Lliga (1) y un tal Gómez Morales que aparece en el listado del Diario de sesiones, pero que no consta como diputado en el listado histórico del Congreso.
Es evidente que el PSOE con sus 84 diputados, el 52% de los votos afirmativos, fue el mayoritario. Sin embargo, sorprende que a la hora de hacer el análisis en el vídeo se utilice este otro orden al mencionarlos: «El voto positivo estuvo repartido entre buena parte de la derecha, el partido socialista y también Esquerra Republicana». Y remata con un: «Aunque eso sí, los principales dirigentes socialistas como Indalecio Prieto o Julián Besteiro se opusieron rotundamente al sufragio femenino». Lo cierto es que de los principales dirigentes del PSOE en el Congreso de los Diputados estos dos fueron los únicos que se abstuvieron. Por cierto, alguien me tendrá que explicar como uno se opone «rotundamente» absteniéndose. Resulta llamativo.
Acto seguido enumeran a los partidos contrarios: «En contra estuvieron los republicanos: el Partido Radical Socialista, Acción Republicana, y casi todo el Partido Radical. Sí, el partido de Clara Campoamor». El Partido Republicano Radical de Lerroux y del que era diputada Clara Campoamor tenía 90 diputados en aquel Congreso. Sólo dos votaron a favor y uno fue el de la propia Campoamor. Diría que eso es algo más de decir «casi todo». Habría sido mejor utilizar un «la inmensa mayoría del Partido Radical».
A pesar de todo, la apoteosis del seudo análisis histórico llega al final con la siguiente afirmación: «Lo que han olvidado explicar es que Clara Campoamor huyó de España por miedo a las amenazas de los miembros del Frente Popular». Esto es rotundamente falso. Ni el gobierno del Frente Popular, ni ningún partido miembro del Frente Popular amenazó de muerte o de otro tipo de acción violenta a Clara Campoamor. Esto lo explico en otro artículo, publicado en El Obrero, titulado «Cuando cinco falangistas quisieron matar a Clara Campoamor».
Tal y como expliqué en ese artículo, entendí que si algo parecido fuese cierto la propia Clara Campoamor lo habría dejado reflejado en alguna parte. Por ese motivo volví a revisar «El voto femenino y yo», no encontrando alusión alguna al respecto. Al no encontrar nada en él decidí releer «La revolución española vista por una republicana». Entendí que ese sería, con total seguridad, el libro en el que podría expresar el temor de haber sido amenazada por la horda roja. Al fin y al cabo, había sido publicado en 1937 y trataba precisamente sobre esos primeros meses de la Guerra Civil. Sin embargo, no volví a encontrar nada.
Lo que sí sabemos, por la propia Clara Campoamor en su libro «La revolución española vista por una republicana», es que sufrió amenazas y un intento de asesinato contra ella a manos de unos jóvenes falangistas en el barco que viajaba hacia Italia en octubre de 1936. ¿Cuál fue el motivo? Tan sólo por haber impulsado la Ley de divorcio. De hecho, a su llegada al puerto de Génova estos jóvenes la denunciaron ante la autoridad fascista italiana por lo que pasarían cinco horas arrestadas en una escuela convertida en prisión.
La propia Clara Campoamor recogerá un extracto del diario carlista de Pamplona «El Pensamiento Navarro» de diciembre de 1936 en el que uno de los protagonistas de aquella amenaza de muerte (un tal Anjúbar) se jactó de tal acción relatando detalladamente cómo sucedió: «Nos encontramos nos enteramos de que Clara Campoamor estaba a bordo del barco (…) aquella misma noche cuatro falangistas y yo mismo nos decidimos a echarla por la borda, pero habiendo consultado al capitán del barco este nos hizo renunciar a nuestro proyecto que podía tener molestas consecuencias para él».
En el periódico republicano «La Libertad» se hizo eco de esto el 16 de diciembre de 1936: «En El Pensamiento Navarro, periódico fascista de Pamplona, se publica un artículo, firmado por Andújar, en el que se refiere con todo detalle la detención y encarcelamiento de la exdiputada radical Clara Campoamor. Viajaba ésta en un barco alemán, rumbo a Italia, y parece que durante la travesía hizo manifestaciones antifascistas. Unos españoles facciosos que iban a bordo denunciaron por radiograma a Clara a Campoamor, y al llegar a Génova las autoridades italianas la detuvieron y encarcelaron».
El miedo de Campoamor no era que el gobierno o alguna organización obrera hubiese dictado detención y muerte sobre ella, que no sucedió, sino que tenía miedo de que ante la situación violenta de esos días de finales de julio y extendida al mes de agosto, por la actitud de las masas favorables a la República en esos instantes de defensa de Madrid ante los sublevados, pudiese sufrir un ataque hacia su persona en la calle. No por una cuestión premeditada gubernamental sino por la efervescencia de un contexto de guerra en el que cualquiera que fuese armado por la calle podía decidir por su cuenta atentar contra ella. Así lo reflejó en su obra: «Toda la ralea de una gran ciudad actuaba libremente, con desbocada pasión gozaba de la impunidad que brindaba la ausencia de fuerza política que el gobierno debía mandar a combatir en distintos frentes o que tenía utilizar, como fue el caso de la Guardia Civil».
Esto, como se ve, difiere mucho de las afirmaciones mencionadas en el vídeo de «El Liberal». Existe una notable diferencia. Resulta curioso que sí insinúen Nosotros os contamos como realmente sucedieron los hechos para que luego no nos vendan gato por liebre». Lo cierto es que no ha habido más gato por liebre que el de este vídeo.
Jagoba Álvarez Ereño
Profesor de Historia en Secundaria. Autor de "Tomás Meabe: escritos políticos" (2013) y "Un siglo de Juventudes Socialistas de Euskadi" (2019).
Licenciado en Historia por la Universidad de Deusto. DEA en Relaciones Internacionales por la UPV-EHU con tesina “Relaciones UE-China: un futuro por delante”. Postgraduado en “Organización jurídica, económica y política de la R.P. China y Taiwán” por la Universidad de Alcalá de Henarés.