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Antonio Manuel Moral Roncal

Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por la UAM.

Las patentes españolas en el siglo XVIII

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En el siglo de las Luces, para lograr una patente de la Corona, los inventores debían demostrar el buen funcionamiento de la máquina o herramienta ante una junta de personalidades, designadas por el rey o el Consejo de Castilla. La Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País recibió el encargo de formar parte de las mismas en veintiún ocasiones, entre 1776 y 1803. Estas comisiones, generalmente, eran remitidas a las secciones internas de la Sociedad que nombraban a varios socios para que realizaran los informes finales.

Cristina de Dinamarca, una mujer al servicio de los Austrias españoles

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En 1521 nació nuestra protagonista, fruto del matrimonio del rey Cristián II de Dinamarca y de Isabel de Borgoña, hija a su vez de Juana de Castilla y Felipe el Hermoso, que recibió el nombre de Cristina. Las ambiciones territoriales del monarca danés le llevaron a un enfrentamiento político que supuso su exilio y el de su familia. De esta manera, la reina danesa y sus tres hijos se instalaron en Borgoña en 1523, bajo la protección de su hermano el emperador Carlos V mientras que Cristian II, al haberse convertido al luteranismo, prefirió refugiarse entre los príncipes protestante alemanes.

La reconstrucción de Japón después de la Segunda Guerra Mundial

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En 1945 el Imperio japonés fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial por los Aliados, siendo ocupado militarmente por los Estados Unidos. Los nuevos señores de su destino emprendieron una serie de reformas cuyo objetivo fue eliminar el militarismo, el autoritarismo y aquellas mentalidades que había favorecido el colonialismo, el racismo y el concepto de superioridad nacional.

El partido socialista monárquico obrero de Alfonso XIII

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El origen de esta formación política se sitúa en Barcelona, donde en enero de 1916 se aprobaron los estatutos de Acción Protectora del Obrero (APO), éste último definido como “socialista, monárquico y español”. Una Ciudad Condal definida por el auge de la burguesía y el obrerismo, además del conflicto social que, con el paso de los años, degeneraría en violencia marcada por el pistolerismo.

En defensa de un término: revolución española

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El periodo de transición de la España del Antiguo Régimen al Nuevo Estado del siglo XIX, que abarca el periodo 1808-1840, ha sido definido por los historiadores de varias maneras. Entre ellas, hubo un tiempo en que se denominó “revolución burguesa”, pero actualmente no tiene sentido, puesto que se ha demostrado que la burguesía era minoritaria y circunscrita geográficamente a Barcelona, Cádiz, Valencia y algunas ciudades más. España era un reino de economía fundamentalmente agropecuaria, la mayor parte de la población vivía en y del campo, aunque existiera un comercio con América y en el interior peninsular. Hubo muchos nobles -con título o de origen hidalgo- que apoyaron el cambio.

Una infancia en la Córcega del siglo XVIII

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A mediados del siglo XVIII, la isla de Córcega era un enclave de la poderosa ciudad comercial y burguesa de Génova. Si bien era un enclave montañoso, poblado de árboles y de gran belleza, contenía al orgulloso y bélico pueblo corso. Cansadas de las incesantes revueltas contra su autoridad, las autoridades genovesas decidieron, por el tratado de Versalles de 15 de mayo de 1768, vender al reino de Francia la isla, prácticamente independiente desde 1755 bajo el mando del general Pasquale Paoli. Muchos consejeros del rey Luis XV desaprobaron la adquisición de ese enclave mediterráno, al que observaron como un futuro problema para el Gobierno de París, pero la compra siguió adelante y Córcega pasó a depender de las autoridades francesas. Los corsos, bajo el mando de Paoli, decidieron resistir a los ejércitos invasores pero la derrota de Ponte Nuovo –8 de mayo de 1769- puso fin a la revuelta y obligó a Paoli a refugiarse en Gran Bretaña. De esa manera, cuando nació Napoleón en Córcega, el 15 de agosto de 1769, hacía sólo un año que la isla era una posesión del reino de Francia Carlos Bonaparte o Buonaparte -el padre del futuro emperador- era, como otros muchos habitantes, de origen italiano, pues era miembro de la nobleza de Toscana, pero sin grandes abolengos ni antepasados célebres. Los Bonaparte vivían modestamente en Córcega, obteniendo algunas rentas de tierras mediocres y de sus irregulares ingresos como notarios o escribanos. Dos tíos sacerdotes ayudaron a sostener el clan. Uno de ellos logró llegar a ser arcediano de Ajaccio, la capital de la isla.

Una resurrección política inesperada: el carlismo entre 1861 y 1868

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La lectura de la Historia nos revela que, en ocasiones, cuando una causa política parecía muerta o camino del cementerio, una serie de circunstancias coyunturales ayudaron sorprendentemente a su resurrección. Tal fue el caso del carlismo que parecía una opción agotada tras la muerte en enero de 1861, con pocos días de diferencia, del pretendiente al trono de España Carlos VI, de su esposa María Carolina y de uno de sus hermanos, el infante don Fernando. Al no tener dicho matrimonio descendencia directa, recaían sus teóricos derechos en su segundo hermano el infante don Juan. En España, el Estado liberal parecía cada vez más consolidado, pese a las luchas internas entre sus diferentes partidos políticos.

Las banderas de los ejércitos enfrentados durante la tercera guerra carlista

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Entre 1872 y 1876 se desarrolló en España la Tercera Guerra Carlista, la cual, al ser una guerra civil planteó la necesidad de redefinir no sólo los uniformes sino también las banderas y estandartes de ambos ejércitos. La sucesión de varios regímenes en el Bando Liberal también obligó a modificar sus enseñas.

Las dos Españas ante el Anchluss (1938)

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A comienzos de 1938, la España franquista había logrado cierta aceptación por parte de las potencias occidentales, especialmente Gran Bretaña, mientras sus servicios diplomáticos mantenían un difícil equilibrio con Alemania e Italia ya que necesitaban su ayuda militar y económica en la guerra. El Anchluss -incorporación de Austria a Alemania el 13 marzo- supuso un sobresalto para Burgos. La anexión de Austria podía crear problemas entre Alemania e Italia debido al apoyo de Mussolini al Gobierno austriaco materializado en el llamado Frente de Stressa en 1935, de acuerdo con Londres y París. Por otra parte la Santa Sede, al apoyar la independencia de Austria, bastión católico frente al expansionismo nazi, creó una tensión con los estados totalitarios que podía afectar a la política exterior de la España nacional, y Franco necesitaba el apoyo diplomático e ideológico total de la Santa Sede como cobertura moral, por dos decisivos motivos: por la afinidad de sus bases sociales católicas, muchos de cuyos líderes recelaban de los totalitarismos paganos, y por la presión que ejercían sobre El Vaticano ciertos sectores de la prensa católica, especialmente francesa y belga, contra la España nacional al considerarla alineada políticamente con las directrices del fascismo. Por su parte, la España republicana intentó que París y Londres modificaran su actitud hacia ella, promoviendo una mayor colaboración militar y política, utilizando el miedo a la expansión del nazismo sobre Europa, al calor de los sucesos austriacos.

Austria ante la Guerra Civil española

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Al estallar la Guerra Civil Española, el Cuerpo Diplomático que se encontraba en Madrid decidió reunirse de manera periódica para realizar tareas humanitarias, siendo su primer acto oficial colectivo el amparo a 60 ciudadanos austriacos que no tenían ningún diplomático que les protegiera. El hecho fue comunicado a la Legación de Austria en París que respondió acreditando al doctor Walter Brünner, cónsul honorario, como su representante en Madrid.

¿Qué fue el Jaimismo?

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El jaimismo fue el carlismo que se autotituló de esta manera debido a que su pretendiente al trono se llamó don Jaime de Borbón (1870-1931). Se desarrolló entre 1909 -fecha de la muerte de su padre, el pretendiente Carlos VII- y 1931, por lo que, prácticamente, fue paralelo al reinado efectivo de su primo Alfonso XIII.

El carlismo tras su segunda derrota bélica (1840-1861)

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Carlos VI, el segundo pretendiente carlista, no pudo reunirse con sus defensores durante la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), siendo detenido por las autoridades francesas en la frontera de los Pirineos. Tras su vuelta a Gran Bretaña, tuvo una aventura amorosa y romántica, propia de la época, con una joven inglesa, Adeline Horsey. Los rumores de su posible matrimonio morganático y el descuido en sus tareas políticas provocaron más de una preocupación a sus más cercanos amigos y familiares. El conde de Montemolín -título con que fue conocido-, llevado por su pasión amorosa, decidió abdicar sus derechos en su hermano el infante don Juan, el cual se había casado en 1847 con la archiduquesa María Beatriz de Austria-Este. Con ella había tenido dos hijos, Carlos y Alfonso, que aseguraron la sucesión dinástica. Ante el escándalo de los consejeros del Pretendiente, don Juan decidió no aceptar la renuncia de su hermanok y esperar unos días. Tuvo intuición pues, o bien por rechazo de la joven dama o bien por realismo político, al cabo de unas semanas, Montemolín se olvidó de su abdicación y abandonó Inglaterra.

Cuba: de la caída de la dictadura de Machado a los primeros pasos de Batista

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Como finalizamos en otro artículo anterior, tras la caída de la dictadura de Machado en Cuba, el 13 de agosto de 1933 asumió los destinos del país un nuevo gobierno diseñado a la carrera por Welles, presidido por el doctor Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, hijo del prócer que iniciara la guerra contra España en 1868. A pesar de ser considerado una figura limpia de corrupción -políticamente sobre todo- y con un gran prestigio como diplomático, el nuevo líder nacional no pudo controlar la situación. Dentro del ejército las viejas querellas entre la alta oficialidad y los escalones más bajos se hicieron sentir cada vez más. Las Fuerzas Armadas, ignoradas hasta ese momento como fuerza política, iniciaron un proceso de reconocimiento de su protagonismo en el acontecer de los sucesos. Al mes siguiente, un grupo de sargentos protagonizó un movimiento militar que puso fin al gobierno de Céspedes, anunciándose la instauración de una Junta de Gobierno o Comisión Ejecutiva que sería conocida como la Pentarquía, integrada por Ramón Grau de San Martín y Guillermo Portela, profesores universitarios, el periodista Sergio Carbó, el abogado José M. Irisarri y el banquero Porfirio Franca. El líder de la insurrección de los sargentos, Fulgencio Batista, ascendió -saltándose el escalafón- al grado de coronel.

La Oficina Pro Cautivos de Alfonso XIII durante la Primera Guerra Mundial

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Al estallar la Gran Guerra en la Europa de 1914, el gobierno español adoptó una política de neutralidad, aprovechando que la nación no se encontraba atada a ninguna de las grandes alianzas de los países beligerantes. Ni tenía compromisos internacionales con la Entente ruso-franco-británica ni con los Imperios Centrales. Conforme fue alargándose en el tiempo un conflicto que había generado muertos, desaparecidos y prisioneros, llegaron cientos de cartas de familias al palacio real de Madrid -la mayoría escritas en francés- solicitando la ayuda de Alfonso XIII para saber la situación de sus seres queridos, de los que desconocían su suerte en el campo de batalla. En enero de 1915 llegaron unos 1.800 telegramas o cartas, aumentando a 3.000 solicitudes en febrero, 5.000 en junio y 8.000 en julio.

Una dictadura de Entreguerras: la Cuba de Machado

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Tras su independencia de España, Cuba estuvo sometida a una tutela militar norteamericana (1898-1902), cuyo final no supuso la plena libertad de la isla en cuanto la enmienda Platt proporcionó a los Estados Unidos el derecho de intervención sobre la misma, una medida propia de lo que, entonces, se llamó “imperialismo filantrópico yankee”.

Cuando España reconoció al Estado de Israel

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El 1 de enero de 1986, se anunció oficialmente que el Gobierno español establecería relaciones diplomáticas con el Estado de Israel. Una semana después, el 10 de enero, el presidente socialista Felipe González envió una amistosa carta a los embajadores de las naciones árabes -acreditadas ante España- para adelantarse a su reacción, asegurándoles que el reconocimiento de Israel entraba dentro del plan de universalización trazado por España desde el inicio de la Transición.

El pronunciamiento republicano de Villacampa y el indulto de la reina

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En 1886, la redacción del diario “El Progreso” se fraguó un intento de golpe de Estado contra la Monarquía, organizado por la Asociación Republicana Militar con algunas figuras civiles. Alcanzar el poder mediante un pronunciamiento militar tenía larga tradición en la vida política del siglo XIX, y no sólo en España sino en Europa e Hispanoamérica.

Debates en torno a la constitución de 1812: liberales y realistas

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Con el telón de fondo de la guerra de la Independencia (1808-1814), en 1811 una comisión de las Cortes, encargada de realizar una constitución, presentó sus primeras propuestas que fueron debatidas por los miembros de la Cámara reunida en Cádiz. que fueron sometidos a debate por los diputados. Lo que se iba a confrontar no era puramente un pacto que pondría las antiguas leyes fundamentales al día, sino la creación de una nueva base jurídica sustitutoria de la anterior. Los diputados más exaltados salvaguardaron el concepto de que las Cortes Extraordinarias eran Constituyentes, con poderes ilimitados. La minoría de revolucionarios liberales logró el control de la Cámara, mientras los realistas -partidarios de atender sólo a los asuntos urgentes relacionados con la guerra- quedaron en minoría. Al no haber ido con la intención de desarrollar sus propias ideas sobre las mejoras concretas, tuvieron que mantener en los debates una postura defensiva ante el proyecto revolucionario. Aun así, su escasa resistencia activa a la reforma constitucional aún asombra a los historiadores: apenas una docena de diputados realistas participaron con elocuencia en los debates.

Las Cortes de Cádiz ante la cuestión religiosa

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Los liberales de 1812 asumieron como misión prioritaria la organización un nueva relación Iglesia y la España que estaban diseñando. Así, la Iglesia debía abstenerse de ejercer funciones administrativas y judiciales temporales y debía transformar profundamente sus estructuras económicas, convirtiéndose en una institución liberada de intereses materiales. Su misión debía circunscribirse a la actividad pastoral y su organización debía quedar estructurada en torno a dos centros: los obispos y los curas párrocos, para todo lo relativo al cumplimiento de su misión salvadora, y el Estado en todo lo concerniente a las cuestiones materiales.

Madrid: escenario bélico en 1808

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A comienzos del siglo XIX, Madrid se encontraba cerrada por una muralla que era una simple tapia de ladrillos con recuadros de adobe, incapaz de resistir ningún ataque importante, ni proyectar ninguna resistencia. No era una plaza fortificada, si bien albergaba una pequeña guarnición militar, además de las tropas de la Casa Real. Hacia mayo de 1808, la capital contaba con unos 160.000 habitantes pero, en suma, pese a ser capital de un vasto imperio ultramarino, no era una plaza preparada para resistir un sitio y, aunque albergaba tropas, la misma topografía hacía muy difícil su defensa, pues si los asaltantes ocupaban en las afueras los puntos dominantes e interceptaban los caminos por donde pudieran llegar refuerzos exteriores, ninguna fuerza interior podría sólidamente mantenerse en estado de resistencia mucho tiempo, una vez establecido el dominio militar del enemigo sobre la Puerta del Sol y las grandes irradiaciones.

Sorolla y su homenaje a la medicina

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Uno de los más populares artistas del impresionismo español, Joaquín Sorolla, pintó en 1897, en su estudio madrileño, una escena del laboratorio del doctor Luis Simarro, valenciano como el artista, amigo y médico de su familia, además de uno de los más importantes estudiosos de la neurohistología y la psicología experimental. Debe tenerse en cuenta que, en aquella época, el médico era observado como un personaje que -por su profesión y talente- debía representar no sólo la Ciencia sino, en general, el Progreso. Las Artes, especialmente la pintura, ayudaron a divulgar esa idea de este profesional, cuya imagen se ligó a un siglo XIX de grandes avances en la cienca médica: las vacunas contra la la viruela se difundieron, se expandió el higienismo, se promovió la creación de facultades de Medicina, se avanzó en la prevención y lucha contra numerosas enfermedades como el cólera.

El origen del Hospital de la Princesa en Madrid

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Era costumbre tradicional de las reinas de España que, repuestas de un parto, dieran gracias a la imagen de Nuestra Señora de Atocha en la capilla del palacio real de Madrid. Posteriormente se trasladaban a la basílica que, en la capital, se encontraba en las afueras, camino de Vallecas, para asistir a un tedeum oficial, demostrando la sintonía de la Corona con las devociones populares más arraigadas. Tras el nacimiento de la princesa Isabel, su madre, la reina Isabel II, se dispuso el 2 de febrero de 1852 a realizar el rito tradicional. Además de los invitados a la ceremonia, otras muchas personas que no hallaron cabida en aquel templo presenciaron el paso del cortejo en las galerías del palacio. Exteriormente, en la plaza de Oriente y en las calles, se agolpaba una multitud organizada por las fuerzas públicas.