Los problemas demográficos en la Francia decimonónica
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historia y Vida
Francia se caracterizó durante el siglo XIX por un comportamiento demográfico distinto al de otras grandes potencias europeas como Inglaterra o Alemania, que experimentaron crecimientos notables de población, propios de la transición demográfica, caracterizada por el mantenimiento de altas tasas de natalidad y acusados descensos de la mortalidad, fruto de los avances económicos, sanitarios e higiénicos. Francia, en cambio, creció muy lentamente. En la segunda mitad del siglo, entre 1851 y 1911 pasó de 35’8 a 39’6 millones de habitantes, es decir, un aumento que no llegó a los cuatro millones en sesenta años. ¿Por qué ocurrió esto en un país occidental tan potente?
No parece que las causas deban buscarse en los acontecimientos políticos y militares. La guerra de Crimea, la anexión alemana de Alsacia-Lorena y la represión de la Comuna podrían ser esgrimidas como factores explicativos, especialmente la pérdida de Alsacia-Lorena, ya que supuso que un millón y medio de personas dejaran de ser francesas. Pero, también es cierto que Francia se anexionó Saboya y Niza, que tenían unos setecientos mil habitantes. Además, Francia fue el país europeo con mejor saldo migratorio durante el siglo XIX, al convertirse en la patria de los exiliados políticos de casi todos los rincones de Europa, y después uno de los países con mayor inmigración de tipo económico. Por su parte, los franceses no emigraron masivamente hacia América ni tampoco hacia las colonias de su vasto imperio como se dio en otros países de Europa central y occidental.
Así pues, hay que buscar las causas de esta peculiar demografía en los movimientos naturales de la población. En primer lugar, la natalidad comenzó a decrecer a mediados del siglo XIX. Hacia 1910 era de un 20’1 por mil. Por áreas, la Bretaña, el norte y el Macizo Central tuvieron mayores tasas pero en el resto del país el control de la natalidad fue la tónica general. El número de hijos por familia era de dos en vísperas de la Primera Guerra. Las razones deben encontrarse en el predominio de la pequeña propiedad que hacia limitar el número de hijos en el ámbito rural, que siempre muy potente en Francia, el único país desarrollado que mantenía esa estructura agraria. Estos campesinos no querían tener más hijos para no tener que dividir las propiedades. Pero, además, en el ámbito urbano se llegó muy pronto a uno de los comportamientos típicos del ciclo demográfico moderno, es decir, la limitación del número de hijos, seguramente por componentes también culturales. Por fin, el Estado francés no respondió ante estos hechos con medidas sociales destacadas que favorecieran la natalidad.
Si atendemos a la mortalidad, Francia no experimentó un descenso acusado de la misma si se compara con países de su importancia económica. Cierto es que la edad media de la vida se alargó pero la mortalidad infantil siguió siendo muy alta. Por otro lado, fueron muy persistentes las lacras sociales del alcoholismo y de algunas enfermedades como la tuberculosis. Solamente, al final del período se cambió esta tendencia gracias a la contribución médica francesa que comenzó a destacar en el mundo, como lo demostraría la figura de Pasteur.
La proporción de la población rural en el total nacional siguió siendo muy alta en Francia durante el siglo XIX, debido a la persistencia de la pequeña y mediana propiedad, como hemos explicado. Todavía era del 56% en 1911. En Francia sí hubo éxodo rural pero no afectó tanto a los campesinos, como en Inglaterra, si no a los a los oficios no estrictamente agrícolas, como artesanos y comerciantes de los pueblos. Es verdad que las ciudades francesas crecieron pero no fue un país que se destacara porque predominaran las grandes ciudades, con la excepción de la capital. El éxodo rural fue absorbido por ciudades de tipo medio.
París sí creció considerablemente, especialmente a partir del Segundo Imperio. Es conocida la famosa reforma auspiciada por el emperador Napoleón III y que desarrolló Haussmann, prefecto de la ciudad entre 1853 y 1870, y que cambió la configuración de la ciudad, antes una urbe de calles y casas abigarradas, en una urbe de grandes avenidas y bulevares, parques, grandes almacenes, estaciones, etc. Estas obras dieron muchos puestos de trabajo y eso atrajo a más población, pero no debe olvidarse que estas reformas revirtieron en las clases acomodadas que se apropiaron del centro urbano, y que no se acompañaron de equipamientos sociales para las clases humildes, expulsadas a barrios con malas condiciones.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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