Mary Shelley: la figura del engendro
170 años después, en este lunes, 1 de febrero, recordamos la muerte de la escritora británica Mary Wollstonecraft Godwin, (1797-1851), matrimoniada: Mary Shelley.
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Doctora en Ciencias de la Educación, Licenciada en Filología Hispánica y Diplomada en Filología francesa. Actualmente Profesora de Lengua Española en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) donde ha desarrollado distintas responsabilidades de gestión.
Ha impartido cursos de doctorado y Máster en Didáctica de Segundas Lenguas en la Escuela Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de España y en universidades extranjeras, entre otras: Wharton College, en la School of Law de Seattle University, Université de Strasbourg, y desde 2002, es profesora invitada en la Copenhagen Bussiness School de Dinamarca, en el Tecnológico de Monterrey (México), en la UNAM de DF (México) y en la Universidad de Ginebra (Suiza). Forma parte del claustro de la Universidad de Maroua en Camerún.
Destacan entre sus publicaciones, Con eñe, Lengua y Cultura españolas; Cuadernos didácticos para el guión de cine (C.D.G.); En el aula de Lengua y Cultura; Idea y redacción: Taller de escritura, y ediciones críticas de diferentes obras literarias enfocadas a la enseñanza: La tesis de Nancy, El conde Lucanor, Romancero, Fuenteovejuna…
Asiste como ponente invitada a congresos internacionales, entre los que destaca el último celebrado en La Habana sobre Lingüística y Literatura. Ha participado en la Comisión para la Modernización del lenguaje jurídico del Ministerio de Justicia y en diferentes Jornadas de Innovación docente. Dicta conferencias y publica artículos sobre la interconexión lingüística en traducción.
Su investigación se centra en la metodología de la enseñanza del español (lenguaje para fines específicos) y análisis del discurso.
Actualmente coordina el proyecto de investigación Violencia y Magia en el cuento infantil y forma parte del programa Aglaya sobre la investigación en mitocrítica cultural.
170 años después, en este lunes, 1 de febrero, recordamos la muerte de la escritora británica Mary Wollstonecraft Godwin, (1797-1851), matrimoniada: Mary Shelley.
¿Los políticos se ponen nerviosos? Me acucia esta pregunta de manera persistente.
Nervios de viaje. Aviso al cabify y bajo ya. Intercambiador de Avenida de América.
A Soria. ¡¡Qué nervios!! “¿Es la primera vez que viajas?”, me pueden preguntar. “Pues no”, pero alguien me dijo que existía algo similar al síndrome de “nervios de viaje” y da igual las veces que uno haya viajado a ese sitio que ahora repites o a otro distinto, y también el medio de locomoción que se use.
“¿Te acuerdas de Gloria Gaynor?” (1943)… “¿Y de Bonnie Tyler?” (1951). Era escuchar sus canciones y saltar a la pista brincando, siempre con el mismo paso a modo de coreografía aprendida y ensayada. Igual servía para I’ll survive que It’s a Heartache, desgañitándonos con el inglés de oídas y chapurreando con más o menos acierto los finales del estribillo…y las Baccara (1977), Sorry I’m lady, las de casa, ¡¡internacionales!! Los sábados, no quedábamos por la tarde hasta que se acababa la sección de “la juventud baila” del programa Aplauso con el inefable Fradejas (1950), amigo de toda la vida y comensal en nuestras sobremesas: ya teníamos tema en la cuadrilla. Ufff ¡qué abuela cebolleta, hoy! Las sobremesas… Esos 80 que ahora “sobreviven” en las versiones pachangueras y tuneadas de los locales de ocio nocturno y ante las que nuestros hijos diseñan nuevos movimientos para descoyunte de su anatomía.
Sabían que toda Asia Menor se veía amenazada por Quimera…y que recalaba en diferentes poblaciones haciendo de las suyas: se revolvía poderosa con su vientre caprino dirigiendo coletazos de dragón a diestro y siniestro; su cabeza de león, satisfecha por el temor que infligía. Quimera lanzaba un fuego destructor sin remisión, atrapada en un corsé físico con otros cuerpos dentro de ella. Todo producto de la imaginación en la mitología clásica. Sueño y delirio, imágenes sin contorno, fantasmas que crecían…una auténtica fábula que se escabullía de la realidad, de nuestro siglo.
Creo que en alguno de mis artículos pasados dejé este fleco que hoy me ocupa para otra ocasión. Pues bien, en esta ocasión no sé si me voy a meter en un jardín.
Con normalidad. Una gran ocasión para acercarnos a este compositor finés que nos llegó del frío polar al cálido mediterráneo de Joan Miró.
Hagamos historia: algunas luces de esas que iluminaron el siglo XVIII debieron iluminar también a los académicos neoclásicos cuando la Ortografía de la Academia de 1741 supuso un compendio sistematizado que regulaba, como lo hace hoy, la normativa ortográfica del español, elaborada entre la RAE y las academias correspondientes en Latinoamérica. De ahí su consideración de ortografía panhispánica.
Concertina, blindaje, vallas, efectivos militares, barrera, doble barrera, calma tensa. Rifle en ristre. Rifles. Ojo avizor, cámaras… ¡acción!
¡Vaya teatrito! Con títeres. No se apreciaban bien los hilos que los movían. ¿Sería por la mala conexión, el jetlag o los inhibidores de frecuencia? Escenario de cartón piedra. Sobre todo, piedra (y plomo). Figurantes, pocos esta vez. Seleccionados y separados. Banderas, banderines y banderolas. La pompa de un estreno de este cariz, enmascarada o mejor, enmascarillada. Pocas trompetas y menos estruendo. Sin rugidos ni vítores. Silencio… ¡Se rueda! Escaso boato ceremonial. Ni atisbo de Polichinela; con su personalidad chocarrera y espíritu fanfarrón, brilló por su ausencia en las tablas; su corbata rojo bermellón, pura farsa.
Me cuentan que en algunos lares el lenguaje periodístico es muy acotado, tan acotado que si no se sabe o no existe una palabra se la inventan sin drama alguno, convirtiéndola en palabro, por ejemplo “cricicismo” para hacer referencia al estado continuo, normal y sempiterno de ese país (se dice el pecado pero no el pecador). Cuestión de usos culturales. Me aseguran también que en el discurso político de ese mismo país se dan un festín con el uso alternativo de los pronombres personales “yo” y “nosotros”. El yo se usa para marcar el principio que se debe seguir y el nosotros para demostrar que todos estamos convencidos de ese principio. Cuestión de gramática.
La técnica japonesa del Kintsugi se aproxima al deseo del gran historietista Hugo Pratt, creador del inefable Corto Maltés, por alinear sus orígenes y recomponerlos a través de todas las piezas vitales por las que pasó durante sus 68 años. Esa técnica centenaria de carpintería dorada, repara las piezas de cerámica rotas, sin disimulos entre las junturas, con el uso nada discreto de un esmalte impregnado de oro, plata y platino. De esta manera, resulta difícil que pase desapercibida. Va a brillar siempre con una imagen única y diferente a la primigenia. El Kintsukuroi, por lo tanto, me sugiere el dicho: “de la necesidad, virtud”. En resumidas cuentas se trata de reparar un error, un defecto haciéndolo agradable a la vista. Por otro lado, si lo expresamos en román paladino, es casi (la importancia siempre del casi) igual que el famoso plato roto: a pesar de pegarlo, siempre estará roto. Tenemos, al menos, dos posturas ante una misma realidad. Dos actitudes cuando uno observa la botella. Y de ahí a toda una panoplia llena de filosofías.
“Colapsar, alarma, vértigo; saturar, odisea, agotamiento; acumular, catástrofe, horror…“
¿Y ahora? Se nos ha quedado corto el idioma del que hablaba Bécquer (1836-1870) al afirmar que le faltaban palabras para reflejar el amor en versos rimados. El español ya no expresa nuestras necesidades; quizá tenga razón el sabio Rey (1221-1284) cuando decidió escribir sus cantigas marianas en gallego.
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
“Recuerdo infantil”, Soledades (1903)
De paseo por esas exposiciones, algunas taaannn… ¡famosas! Tanto que si alguien osa proferir que no la ha visitado, la mirada ajena roza la perplejidad, y si además no se hace cola durante horas para entrar a la exhibición pictórica, el desprecio es absoluto.
No conviene dejar cabos sueltos durante mucho tiempo. Considero que resulta mejor ir cerrando capítulos, en la medida en que se pueda, y me consta que en un artículo anterior sobre el teatro, convertí el “para otra ocasión” no solo en artificio literario, sino en toda una deuda con los lectores de este digital. Me dispongo, pues, a cortar un fleco.
Siempre he creído en la sanidad pública. Será por eso del bien común antes que el propio.
Cuando llegué a Madrid por primera vez a mis 22 años, me conmovió asistir al Teatro Español: se representaba la función de El concierto de san Ovidio de Buero Vallejo.
Cuántas veces durante los últimos meses hemos oído expresiones del tipo: “¿se ve bien?”, “a ver, a ver si ahora va mejor”, “se congela la imagen”…
Recuerdo, hace tiempo ya, cuando enseñaba español para fines específicos y me correspondía explicar la lección dedicada al lenguaje económico-financiero, que se me abrían las carnes al pensar en la abstracción de conceptos teóricamente monosémicos y unívocos, para evitar de esta manera la polisemia y la ambigüedad comunicativa.