El tiempo vuela, de Soledad Sevilla
Comienza marzo, mes en el que eventos, artículos, expresiones artísticas, reivindicaciones nos llevan a tratar la visibilidad de las mujeres en distintos ámbitos.
- Publicado en Cultura
Elena Muñoz Echeverría es licenciada en Historia del Arte, gestora cultural, editora y escritora. Ha ejercido la docencia durante veinticinco años. Desde 2015 a 2019 ha sido vicepresidenta de la Asociación de Escritores de Madrid.
Autora de un blog de éxito MI VIDA EN TACONES
http://mividaentacones59.blogspot.com/
Tiene diez libros entre poesía y narrativa. En 2018 estrenó su primera obra teatral. En la actualidad está en preparación de su quinta novela y acaba de presentar su último libro de poesía, Papelera de reciclaje con Ediciones Vitruvio.
Recientemente ha sido nombrada concejala de Desarrollo económico y empleo de Rivas Vaciamadrid.
Comienza marzo, mes en el que eventos, artículos, expresiones artísticas, reivindicaciones nos llevan a tratar la visibilidad de las mujeres en distintos ámbitos.
En una sociedad como la nuestra, en la que los medios audiovisuales tienen un gran peso, habrá quien al ver esta obra recuerde un conocido anuncio de lecha condensada, sin saber que esta imagen corresponde a una de las obras más importantes del arte holandés en el siglo XVII, cuyo autor también lo es de otro cuadro muy conocido: La joven de la perla. Hablamos de Johaness Vermeer.
En nuestro recorrido por la historia de los cuadros, de las obras pictóricas, nos encontramos, en ocasiones, con artistas que no son tan conocidos como aquellos a los que consideramos genios y que han ocupado siempre el imaginario popular. Sin embargo son igual de meritorios de protagonizar nuestros comentarios, tanto por su calidad como, y este es el caso de la obra que hoy traemos, por su temática, que resulta de gran originalidad en la pintura española: Las tentaciones de Buda.
Qué decir cuando nos acercamos al año de pandemia y las cifras son descorazonadoras; qué decir cuando muchos de nosotros nos encontramos confinados en nuestras zonas básicas de salud, o en nuestros municipios; qué decir cuando se sigue viendo a una parte de la ciudadanía que se toma a beneficio de inventario las normas contribuyendo a alargar la situación más allá de lo tolerable.
¿Quién no conoce esta obra? ¿Quién no ha pensado alguna vez si es o no arte?
Para su autor, Andy Warhol, esta obra se convertiría en su primera exposición en una galería como profesional (la galería Ferus de Los Ángeles), y marcó el debut del arte Pop (Pop Art en inglés) en la costa oeste de Estados Unidos.
Maruja Mallo es el nombre artístico de la pintura gallega Ana María Gómez Gónzalez, una de las figuras más relevantes de la Generación del 27. Salvador Dalí la definió como “mitad ángel, mitad marisco”.
No es que resulte solo cansino, que lo es, sino que casi resulta desesperante y descorazonador el panorama que tenemos en la Comunidad de Madrid, andando por la cuerda floja, y con una maldita dicotomía entre susto y muerte.
Traemos este cuadro a nuestra primera lectura del nuevo año 2021 por varias razones. La primera y fundamental es que no hacen falta excusas para detenernos en alguna de las obras del genio aragonés; sea cuál sea, siempre será un inmenso placer. Pero también este lienzo, llamados por algunos El invierno y por otros La nevada encaja cronológicamente con la estación en la que nos encontramos y, también, con el momento meteorológico, cuando la borrasca Filomena nos arropa con un blanco manto.
En el segundo día de este año me aventuro a escribir mi primer artículo de 2021.
Escribo este último “leer un cuadro” de 2020 cuando el invierno apenas tiene dos horas de vida. Así, sin darnos cuenta, hemos entrado en la que consideramos la cuarta estación, la del frío y la de la nieve.
Voy a aprovechar la oportunidad que da tener este espacio para hacer una confesión: no me gusta Papá Noel.
Hablar del Greco es hacerlo sobre uno de los pintores más grandes del arte español, aunque su origen no lo sea, ya que nació en la isla de Creta. Doménikos Theotocópuli ocupa un lugar privilegiado por mérito propio en el Olimpo de los pintores. Crisol de estilos, fue el arte bizantino el que marcó su primera época, para luego ir evolucionando por influencia de las escuelas renacentistas de Venecia y Roma, hasta llegar a su original y reconocible estilo, cuyo trazo, encuadrado perfectamente dentro del Manierismo, nos muestra esas figuras alargadas que, como faros, se convierten en focos de luz propia, casi fantasmal, con una gran expresividad y colorido lleno de contrastes.
El título de la obra que hoy leemos nos parece traer reminiscencias picassianas, de la época en que las vanguardias revolucionaban el arte e introducían otra manera de ver el arte. Nada más lejos de la realidad. Porque esta pintura al fresco que hoy “leemos” se realizó en torno al año 1.450 a.C., y forma parte del patrimonio de una civilización que tuvo como cuna la isla de Creta, en donde se sitúa la leyenda del Minotauro.
Desde la declaración del estado de Alarma y de las medidas restrictivas como consecuencia de la pandemia, nos hemos visto en la obligación de dar respuesta a una nueva realidad.
En el periodo que conocemos como medieval los bestiarios alcanzaron gran popularidad. Este tipo de manuscritos unían relatos e ilustraciones en las que los animales fantásticos tenían mucho protagonismo. También podemos encontrar estas representaciones en zonas monumentales como los capiteles de los claustros.
No sé que me cansa más, mis queridos lectores, si esta pandemia enrocada en no dejarnos respiro o es parte de representantes políticos que van de una a otra, como pollos sin cabeza, con tal de desgastar al gobierno. Ahora lo que escuece es el apoyo de Bildu a los Presupuestos generales del Estado.
Estas tres preguntas titulan la que es considerada la obra cumbre del pintor francés Paul Gaugin, encuadrada dentro del estilo post impresionista, y que para algunos representa el testamento del artista, ya que fue pintado en una agónica situación vital, enfermo, alcoholizado y devastado por la noticia de la muerte de su hija: “Mi hija ha muerto. Ya no quiero a Dios”, fue la proclama del artista en su desesperación.
Recuerdo cuatro años atrás cuando, de manera sorprendente, Hilary Clinton perdía las elecciones a favor de Donald Trump. Escuché la noticia en la radio y los más negros presagios se cernieron sobre un futuro incierto, presagios que, por desgracia se cumplieron con creces.
Acercarse a la obra del neerlandés Maurits Cornelius Escher es tener la oportunidad de trasladarnos a un mundo de figuras imposibles, paradojas, ilusiones ópticas y mundos imaginarios. Es el triunfo de la relatividad en el arte, relatividad de clara influencia de las teorías de Albert Einstein, del tiempo como la cuarta dimensión.
“No se puede defender una vida digna sino se defiende una muerte digna”.
No cabe duda de que, a pesar de ser la única certeza que la Humanidad tiene, afrontar el tema de la muerte siempre es delicado. Mucho más cuando la referencia se hace sobre la eutanasia. Es decir, ayudar a que una persona que voluntariamente quiere acabar con su vida pueda hacerlo con la mayor dignidad posible. Se trata sin duda de resolver más allá de los cuidados paliativos, que en ocasiones no sirven.
“La eliminación de los sonidos internos, que son el ser de los colores, la dispersión de las fuerzas del artista en la nada, es el arte por el arte”. (V.Kandinsky)
No cabe duda de que el cuadro que traemos aquí para su lectura es uno de los más visitados de la colección permanente del Museo del Prado. Nos referimos al tríptico El jardín de las delicias, del pintor flamenco Hyeronimus van Aken, conocido como El Bosco.
Una de las condenas más terribles en la antigua Roma, que también practicaban los egipcios, era el Damnatio memoriae. Consistía en borrar todo aquello que podía recordar a una persona: imágenes, inscripciones o incluso prohibir pronunciar su nombre. Este castigo era lo contrario a la Apoteosis, procedimiento por el cual alguien, casi siempre el emperador, ascendía a la categoría del Dios. La Damantio memoriae no era siempre justa, si es que cabe hablar de justicia en el olvido, que viene a ser la muerte definitiva. En muchas ocasiones eran los adversarios políticos los que, una vez obtenido el poder, incluso de manera vil, los que llevaban a cabo este procedimiento para borrar todo recuerdo de su antecesor. ¿Os suena de algo esto, mis queridos lectores?
Siempre pienso que es imposible, que no cabe mayor disparate y, sin embargo, se produce una vuelta de tuerca más e Isabel García Ayuso nos sorprende con unas declaraciones aún más demoledoras contra el Gobierno de España y su “subliminal” programa de transformar “a España en una dictadura bajo el paraguas de la pandemia”. Eso sí, sus palabras suenan con la cantinela de una letanía bien aprendida, que en vez de ser la voz de la presidenta de la comunidad de Madrid, parece una novicia a profesar en la orden aznariana o una mártir cristiana a punto de morir por las persecuciones de Sánchez el pagano.