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Segovia, lugar de peregrinación y respuestas para nuevos pintores del paisaje


  • Escrito por Laura López
  • Publicado en Cultura
(Tiempo de lectura: 3 - 5 minutos)

Jóvenes artistas de todas las facultades de Bellas Artes de España se han armado con sus pinceles, pinturas y caballetes para recorrer estas semanas las calles y pueblos de Segovia con el objetivo de reconectarse con la vida, descubrir un color nuevo que no traían en su paleta de casa o replantearse las mismas preguntas que sus antecesores hicieron al paisaje.

El Curso de Pintores Pensionados del Paisaje tiene su origen en 1919, con los cursos de la Residencia de Paisajistas de El Paular desarrollados por la entonces Dirección de Bellas Artes, y a partir de los años cincuenta, se empezaron a impartir exclusivamente en la ciudad de Segovia.

En él han impartido clase importantes nombres del paisajismo en España como Antonio Muñoz Degrain o Joaquín Sorolla, y han sido becados otros como Agustín Riancho, Jaime Morera y Galicia o, más recientemente, Pablo Merchante, Alejandro Botubol y Carlos Dovao.

Dieciséis alumnos –uno por cada facultad de Bellas Artes de España menos la de Cuenca- han sido seleccionados por sus universidades para convivir unos días y disfrutar de intensas jornadas de pintura en la ciudad, talleres y conferencias especializadas y algunas excursiones técnicas por la provincia.

Algunos de ellos han comentado sus impresiones a Efe en sendas entrevistas desde el Postigo del Consuelo, que ofrece unas vistas de excepción al Acueducto de Segovia, como Alfonso del Moral, de 30 años, se acaba de graduarse en la Universidad Politécnica de Valencia y lleva algo de su tierra en la paleta.

“Se puede notar que vengo de Valencia porque mi luz suele ser más saturada, al estilo de Sorolla, no uso tanto los negros como la gente de la meseta”, ha comentado el artista, quien desde luego ha aprendido que “no es lo mismo pintar Valencia que pintar Segovia”.

“Hoy es el tercer día y ya he sacado el negro, porque claro, no podía seguir pintando como en la Malvarrosa”, ha comentado, entre risas. Para Marta Regojo, que a sus 24 años es recién graduada en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, el choque al compararse con sus compañeros viene de que su facultad es “muy conceptual”: “Se sale del estilo más clásico, purista, perfeccionista… es más abierto”, ha comentado.

“Aquí hay gente que tiene mucha técnica y nosotros en Pontevedra no tenemos tanta técnica porque somos más abiertos a crear una nueva forma de pintar, una nueva forma de representar el arte en general”, ha señalado la artista, mientras trabaja en un plano muy cerrado del dibujo que forman en el suelo las sombras de los arcos del Acueducto.

Por allí discurre, de un caballete a otro, el director artístico de este año, el artista especializado en pintura, dibujo y grabado Joaquín Millán, profesor en la Universidad Complutense de Madrid, quien ha opinado que, aunque hayan pasado más de cien años entre los primeros pensionados y los de ahora, “los problemas son eternos”.

Cuestiones como la belleza o la espiritualidad persisten en la mente de los pintores de ahora y sólo cambia “cómo se cuentan las cosas”: “Tú sigues amando, la gente sigue muriendo, hay sentimientos que no cambian, son los mismos pero a través de diferente manifestaciones”, ha comentado.

Sí se puede detectar en estas nuevas generaciones de pintores una pintura “más ligera” y “espontánea”, en la línea del mundo en el que viven, “más veloz” que hace décadas, con trazos más precisos y más largos: “Se quedan menos ensimismados, pero no es menos poético, sigue teniendo carga poética, pero es más la carga del móvil, del WhatsApp, la fotografía, la imagen”, ha apuntado.

Para Madalen Pinuaga, de 25 años y procedente de Bilbao, el papel tan presente que tiene la tecnología en generaciones como la suya tiene algunas ventajas, como la posibilidad de tener en el móvil “una herramienta de trabajo útil y ágil” como repositorio de imágenes, y otros aspectos negativos, como el tiempo que muchas veces se pierde, infructuoso, en las pantallas.

Según el profesor, también se nota una especie de “planteamiento global” de la pintura, una “globalización estilística”, consecuencia de la facilidad de acceso a referentes de cualquier lugar del mundo: “Se está perdiendo un poco el arraigo de aquello de la escuela propia de Madrid, la escuela andaluza…”, ha manifestado el experto.

La representante madrileña de este año, Ana Castilla, de 21 años, ve como algo muy positivo poder nutrirse tan fácilmente de otros artistas. “Siempre ayuda conocer otras obras, y si no te puedes mover a los sitios, la fotografía es increíble y, aunque no es igual que verlo al natural, si se distingue bien cómo lo ha hecho, esas referencias ayudan mucho”, ha comentado.

Joaquín Millán ha lamentado que “seguramente, no son los mejores momentos para la pintura, ni para los poetas”, pero enseguida ha añadido que “eso no quiere decir que no tengan valor” y pone de ejemplo las aportaciones fundamentales del dibujo y la pintura a la ciencia.

“Hay cosas que, verbalmente, cuesta explicar y para eso está la pintura, que es un lenguaje”, explica el profesor, quien cita como muestra de ello la estructura helicoidal del ADN o una escalera de caracol. Este curso, el mejor del país dentro del género del paisaje, sirve para poner en valor esto en un mundo que no siempre parece tener tiempo para apreciarlo, según ha observado Millán.

“Hay que tener sensibilidad. Fíjate en el turismo: hay gente que viene, asoma la cabeza y se va, hay una especie de flujo de personas que, muchas veces, no se detiene lo necesario y hay que saber deleitarse con las cosas, con una buena película, un buen cuadro, y dedicarle el tiempo que necesitan”, ha reivindicado.