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Cautivas


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Había ido a la peluquería, iba poco, lo justo. Las canas y poco más. Siempre a la misma, era fiel por naturaleza. Muy protocolarias las peluqueras por la pandemia no admitían a nadie sin cita previa, tuvo que pedir un favor, tenía un acto importante, representaba a sus compañeros en un acto oficial.

Le hicieron un hueco, la instalaron en un habitáculo vecino desde no podía ser vista, pero todo se oía.

Lo escuchó claramente, la mujer, próxima a los cincuenta escondía su cara tras la mascarilla, enfundada en unos pitillos modernos y cómodos, mientras entre papeles de aluminio finamente doblados, se daba las mechas. La peluquera entre tintes y cepillos la escuchaba atentamente, parecían amigas

-Pues sí, cada vez que lo toco se le baja, ¿te parece normal?

-Pues no, la verdad

-Me he comprado un consolador, se ha enfadado muchísimo. Además no se atreve a nada, dice que eso es de guarros, que lo que hacen los demás es de guarros, y yo no puedo más, ¿te parece normal?

-Pues no, la verdad

-Yo necesito jugar, perrear, que me revuelquen en el suelo y me lo hagan de rodillas, que me tiren del pelo, además me encanta decir cosas y ponerlo cachondo. Follar con la lengua.

El ambiente se iba calentando al ritmo de los secadores, tanta mujer y tantas ganas. La humedad y su contrario se palpaban en el ambiente.

-Lo he dejado, que se vaya a la mierda. Creo que fue a los agustinos, ¿será eso?

-No creo, mi marido también y quiere a todas horas. No es normal.

Una mujer, algo mayor, sesenta y más, las escuchaba, ella tenía la humedad en los ojos, vivía sola, hacía tiempo que ningún hombre se le aproximaba, ¿por el olor? ¿por el sabor? Vete tú a saber. Sostenía que era el amor verdadero, la pulsión interior incontenible lo que llevaba al placer más intenso. Teorías del siglo XIX, que en la actualidad no triunfaban. Poco adicta al porno, follaba entre espesa vegetación con cataratas de fondo, como decorado especial.

Hay mujeres como de Marbella, peinadas y vestidas con la falsedad de la moneda barata. Cero en compromiso social y sobresaliente en valores mundanos y de postureo, una fría sociedad llamada a sucumbir en su pobreza.

Habría que afrontar la chusma nutrida de la bazofia ambiente, de eso se trataba.

Ante una conversación de este calado, los dedos reclaman su territorio y es imposible abstenerse. Las mujeres y sus deseos, las mujeres y sus carencias, esperando el macho que practique, aunque sea a su costa.

-Podemos quedar para jugar al pádel

-Genial, cuando quieras.

El día estaba lluvioso, cuando salieran todo el trabajo se vendría abajo, otra vez el pelo sucumbiría a su pobreza. Es verdad que la peluquería hace mucho, hay que quitarse años, como sea, es lo que está de moda. Encontrar a alguien sin retoques y sin botox es un auténtico milagro

-Mira yo no leo, veo series y algunas me ponen muy animal, mucho…los penes enormes, como de negro, me ponen.

-Yo poco, apenas me queda tiempo.

-Bueno, pues eso, yo cojo pista.

-De acuerdo.

Nos vemos la semana que viene.

-Besitos, guapa.

María C. Galera fue ayudante de Don Enrique Tierno Galván. Es Doctora en Filología Hispánica y profesora de Lengua y Literatura Castellana.

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