Mario Vargas Llosa, sin reservas
- Escrito por María C. Galera
- Publicado en Cultura
Seguramente estamos ante el mejor escritor vivo en lengua castellana, que es mucho decir. Con un oficio y un arte difíciles de igualar, su genialidad literaria abruma. Un universo literario inmenso, creativo, producto de un buen conocedor de la literatura universal a la que ha dedicado trabajo y ensayos brillantes. Un escritor para la gloria. Siempre fui de Gabo, he leído toda su obra, hasta que leí La Fiesta del Chivo que leí de un tirón, cautivada por su calidad e interés. Comprendí que era hora de olvidar y conocerlo mejor.
Conversación en la catedral, La ciudad y los perros, La casa verde, La tía Julia y el escribidor, El paraíso en la otra esquina, La guerra del fin del mundo... todas excelentes y La verdad de las mentiras..., un referente del que no puedo desprenderme, una ayuda para cualquier profesor de Literatura Universal. Todo lo que escribe tiene la fuerza de un creador que ha escrito algunas de las mejores novelas en español. Y como digo, no solo novelas, leer a Flaubert de la mano de Vargas Llosa es recorrer un camino en la misma dirección que nos enriquece hasta el punto de sumergirnos más allá de personajes y hechos históricos en la naturaleza humana y en nuestra propia realidad. La orgía perpetua, su ensayo sobre Madame Bovary, demuestra la vocación de los dos escritores por la Literatura con mayúsculas. Intensa es la relación que ha tenido Vargas Llosa con los libros, él nos enseña muy bien la importancia de la lectura y su poder transformador.
Recibió en 1967 el premio Rómulo Gallegos, 1967, el premio Princesa de Asturias en 1986, el Cervantes en 1995; y en 2010 el premio Nobel de Literatura. Junto con estas obras de reconocido prestigio, hay otras obras que nos permiten acceder a otras realidades. Desde Perú y Arequipa, una ciudad al sur de Perú, hasta Cochabamba, Bolivia...París, Barcelona, Londres, Nueva York, Madrid...todo ese inmenso mundo que Mario Vargas Llosa nos ofrece con una cultura extraordinaria. Cervantes, Flaubert, Faulkner, Borges, Octavio Paz, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso, Vallejo..., Góngora y Quevedo... la mezcla de realidad y ficción y el compromiso con la literatura es la lección que recibimos. Un universo múltiple, diverso e interminable. Están además sus ensayos, artículos periodísticos y conferencias de variados y sugerentes temas. Interviene en el debate público y defiende apasionadamente sus ideas políticas En La civilización del espectáculo hace una reflexión acerca de la cultura y la crisis por la que atraviesa.
Mi buen amigo Juan López, que sabe mucho de educación y es lector incansable, me dice que está leyendo Pantaleón y las visitadoras. Coincidimos en que es una buena historia que está bien contada. La podríamos situar en el grupo de Las travesuras de la niña mala. Cuadernos de D. Rigoberto, Elogio de la madrastra...Cinco esquinas, en las que encontramos conexiones entre el placer sexual y el placer estético en diferentes dosis. El erotismo que existe en estas páginas conecta la literatura con la vida. Estas son sus palabras:
"Intenté al principio contar esta historia en serio, Descubrí que era imposible, que ella exigía la burla y la carcajada. Fue una experiencia liberadora que me reveló -¡solo entonces!-las posibilidades del juego y el humor en la literatura". Es verdad, imposible sustraerse desde la risa a la carcajada. El humor está servido.
¿Es necesaria una prostitución bien organizada con servicios médicos incluidos para evitar males mayores? podría ser la pregunta central. Lo cómico es que lo organice y financie el ejército siguiendo pautas orgánicas y jerarquizadas de la disciplina militar y la lleva a cabo un tímido capitán que en su vida ha ido a un prostíbulo por lo que necesita el permanente asesoramiento de la Madame del lugar. Las prostitutas están encantadas con el sistema organizado y regularmente remunerado sin necesidad de chulos y con jornadas laborales de ocho horas al día.
Sí, pues, antes de entrar a Pantilandia estuve de "lavandera", como dijiste, y después donde Moquitos. Hay quienes se creen que las "lavanderas" ganan horrores y se pasan la gran vida. Una mentira de este tamaño, Sinchi. Es un trabajo jodidí, fregadísimo, caminar todo el día, se le ponen a una los pies así de hinchados y muchas veces por las puras, para regresar a la casa con los crespos hechos, sin haber levantado un cliente. Y encima tu cafiche te muele porque no has traído cigarrillos. Tú dirás para qué un cachife, entonces. Porque si no tienes, nadie te respeta, te asaltan, te roban, te sientes desamparada, y, además, Sinchi ¿a quién le gusta vivir sola, sin hombre? Sí, me desvié otra vez, ahora hablo de eso. Era para que sepas por qué, cuando de repente se corrió la voz que en Pantilandia daban contratos con sueldos fijos, domingos libres y hasta viajes, bueno, fue la locura de las "lavanderas". Era la lotería, Sinchi, ¿no te has cuenta? Un trabajo seguro, sin tener que buscar clientes porque había para regalar, y encima tratadas con toda consideración. Nos parecía un sueño, pues. Fue la atropellada hacia el río Itaya. Pero aunque todas volamos, sólo había contratos para unas pocas y nosotras éramos un chuchonal, ay perdona.
Una tarde de primavera un alumno peruano que aspiraba título de ESO en el turno nocturno, lo eligió como autor favorito para la exposición oral al grupo. El joven, que trabajaba de sol a sol en los bajos de un restaurante con unas condiciones económicas miserables, era habitual que dormitara,.. para ese día se arregló y nos contó con emoción los motivos por los que el Premio Nobel lo era y, con una mezcla de admiración y ternura, nos dijo: "le pasa lo que a mí, lleva Perú en las entrañas".
María C. Galera
María C. Galera fue ayudante de Don Enrique Tierno Galván. Es Doctora en Filología Hispánica y profesora de Lengua y Literatura Castellana.