Samir, el secreto entre las sombras - Capítulo VII
- Escrito por Rosa Amor del Olmo
Cuaderno de escritura de Samir
Septiembre y 1960 o por ahí
Borrador 1
Rabat, la capital de Marruecos, es una ciudad en pleno cambio y modernización. Tras lograr su independencia del dominio francés, la ciudad comienza a experimentar un auge económico y cultural. En este momento, Rabat está en plena expansión urbana, con la construcción de nuevas infraestructuras y barrios residenciales. Se están construyendo carreteras y puentes, nuevos edificios gubernamentales y comerciales.
El turismo crece en la década de 1960, con la apertura de nuevos hoteles y restaurantes. La ciudad gana así más renombre por su arquitectura, su patrimonio cultural y su rica historia. Sin embargo, a pesar de los cambios en la ciudad, Rabat sigue siendo fiel a su patrimonio y su historia. Los barrios antiguos de la ciudad, como la medina y la kasbah de los Oudayas, conservan su encanto y sus tradiciones. La mezquita de Hassan y el mausoleo de Mohammed V siguen siendo dos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad. Entre las calles principales de Rabat se encuentra la Avenida Mohammed V, una amplia calle bordeada de edificios gubernamentales y comerciales, que constituye el eje principal de la ciudad. Allí, los transeúntes pueden disfrutar del canto de los pájaros y la brisa fresca, mientras admiran los monumentos históricos de la ciudad, como la torre Hassan y el mausoleo de Mohammed V.
-aquí lo dejo, de momento.
La Rue des Consuls (1), por otra parte, en la medina de Rabat, es otra calle emblemática de la ciudad. Esta estrecha vía de adoquines está llena de tiendas de artesanías y pequeños cafés, donde los viajeros pueden descansar y disfrutar del ambiente vibrante de la ciudad. Los callejones de la medina están llenos de vida, con el sonido de los animales y las voces de los vendedores que ofrecen sus productos.
La Rue Mohamed Diouri (2), en el centro de Rabat, es una calle comercial popular, llena de tiendas de moda y cafeterías. Esta calle es el lugar ideal para pasear y disfrutar del ambiente animado y sofisticado de la ciudad. Los habitantes de Rabat son conocidos por su elegancia y refinamiento, y esta calle es el reflejo de ese estilo de vida. (Esto me sobra)
Finalmente, la Avenue Fal Ould Oumeir (3), en el barrio Agdal, es una de las principales calles comerciales de Rabat. En ella se encuentran grandes tiendas, donde se pueden adquirir productos de todo tipo. Esta calle es el punto de encuentro de la juventud de la ciudad, que acude allí a disfrutar de las últimas tendencias de la moda y la música. En una buena ruta, el turista puede dirigirse a la puerta de Bab Chellah (4), que es uno de los puntos de entrada a la medina. Desde allí, puede caminar por la Rue des Consuls (5), que es una calle histórica en la que se encuentran muchas tiendas de artesanías.
Continúa el turista su camino por la Rue Souika (6), otra calle emblemática de la medina que es conocida por sus tiendas de especias y productos alimentarios.
Otro lugar interesante para visitar en la medina es la plaza Seffarine (7), donde se encuentra la mezquita de los herreros. En esta plaza hay varios cafés y teterías tradicionales que ofrecen una amplia variedad de tés y dulces típicos marroquíes.
Se recomienda caminar desde la Rue de Consuls, pues esta calle es uno de los puntos de encuentro más populares en la medina de Rabat, donde se podrá disfrutar del té más relajante de Marruecos, disfrutar del ambiente auténtico de la ciudad, hasta llegar al Café Maure (8) que es el más antiguo. Este café histórico se encuentra dentro del Palacio Real de Rabat y ha estado abierto desde 1927.
El Café Maure es bien conocido por su arquitectura tradicional y su ubicación frente al mar, con vistas panorámicas de la costa de Rabat. Fue construido por el Sultán Moulay Youssef y fue utilizado originalmente como un lugar de descanso y relajación para la familia real. Con certeza este Café será testigo de grandes acontecimientos importantes en la ciudad.
De momento, vale.
Suite del Hotel El Minzah, en la actualidad. Leví recobra el conocimiento después del impactante reencuentro con su padre, Youssef.
Amed Ben Said, el apuesto chófer que había deslumbrado a Noa, fue a la mañana siguiente, al amanecer del rezo y contactó con la pareja Noa y Leví. Llamó a la puerta del hotel el Minzah, Noa abrió:
—Buenos días, Amed —dijo con timidez como queriendo ocultar algo.
—¡Buenos días, señora Noa! ¿Está todo bien?
—¡Entra Amed! —habló Youssef Bouhachi.
—Pero, pero… ¿se conocen ustedes? —preguntó Noa mirando a unos y a otros, totalmente desconcertada.
—Me temo que sí, señora Noa —respondió Amed.
Leví Fuster, quien había perdido el conocimiento al ver a su padre dado por muerto, estaba en la cama, escuchando o más bien intentando comprender algo de lo que allí se dijo. Quiso hablar pronunciándose de la siguiente manera:
—¿A ustedes no les ha pasado que, al sufrir los tormentos de una pesadilla, se muestra íntimamente incrédulo ante tantos dolores, y dices «esto es un sueño», como si una chispa de razón velara cuando todas las facultades se nublan, menos la fantasía, que lo domina todo a sus anchas? Pues lo mismo yo, en este delirio angustioso, decía para mí a veces: «esto es un sueño».
—No, hijo, no lo es —afirmó Youssef Bouhachi—. Estoy vivo y te estoy mostrando estos apuntes encriptados de tu abuelo, es decir, de mi padre Samir Bouhachi.
—¿Encriptados? —preguntó con extrañeza Noa.
—Sí, Noa —respondió Youssef mirando a la joven judía—, ¿verdad? ¿Puedo abrazarla? Es usted mi nuera. Por decir algo, ese recorrido por Rabat para unos cuadernos de turismo de hotel no es más que el recorrido que hacía uno de los nazis que tu abuelo seguía y que luego lo publicaba para que el Mossad leyera, la ruta.
—¿Cómo así? —dijo Leví—. Samir, ¿trabajaba para nazis?
—No exactamente. Trabajaba con ellos como agente secreto. Los nazis o los que pensaban como ellos, no eran nada fácil de descubrir. Pero había que sacarlos de sus madrigueras. El caso del «francés» no era alemán, pero trabajaba para darles bienestar y buscarles alojamientos… de todo, cuando digo de todo, es que eran lo peor, en vicio y corrupción.
—¡Comprendo! —dijo el joven, y comenzó a vomitar.
—¡Le ayudo señor Leví! —afirmó Amed que allí estaba junto a Youssef Bouhachi, Noa y Leví, que no se hacía con las riendas de sí mismo.
—¡Sí, gracias! —respondió Leví.
Ahora Leví miraba a Amed con la misma admiración que su esposa Noa. Le consideraba uno de los suyos. Pero ¿quiénes eran los suyos?
El «francés» que de momento vamos a llamarle así, era de lo peor que se puede encontrar como ya se ha dicho. Esto hará creer al lector que tenemos que habérnoslas con algún literato desahuciado de la crítica, desheredado de los favores populares, uno de esos que entregan a la miseria y al hastío una vida incapaz de emplearse en el ejercicio del arte y en el pleno goce de la gloria. No: «francés» no era literato, ni sabemos que de su pluma saliera nunca otra cosa que cuentas mal pergeñadas de corrupción, malversaciones, chantajes… y tal vez algún memorial para hacer valer sus derechos testamentarios.
Como muchos que habitaban en aquel Tánger, iban a lo suyo, aunque para ese fin tuvieran que dejarse la vida grupos de marroquíes. Era un hombre que tenía metida en la cabeza una idea insana. Tal vez conociendo algunos detalles de su vida, y prestando atención a la misma que ya se relatará, sepamos cómo llegó a aquel grado de desbarajuste. El cómo se aposentaron en su cerebro tantas y tan locas imágenes, mezcladas de discretos juicios, ya se hablará, pero tanta necedad unida a grandes concepciones, que parecen fruto del más sano y cultivado entendimiento, traspasaban la maldad. Era sin duda, un enfermo mental, solo que muchos no lo sabían.
Noa observaba y escuchaba con una atención poco usual. Intentaba conectar en su cerebro, los acontecimientos en fechas, la creación del estado de Israel, la búsqueda de la inteligencia israelí para cazar nazis, los juicios. Aunque aquello le quedaba lejos, la Shoah no le quedaba nada lejos. Ella había visitado muchos campos de concentración… estaba muy comprometida con todo tipo de injusticia.
—¿Entonces Samir, es decir, mi abuelo, era musulmán? —preguntaba Leví, ahora con más preocupación que perjuicio.
—Samir se llamaba Joaquim Fuster —afirmó Youssef Bouhachi—. Era judío sefardí.
—¡Fue un héroe! —gritó con alegría Noa.
—Bueno, no solo él. Ya iréis sabiendo muchos detalles. Ahora el Mossad, me ha liberado de estar escondido y tengo muchos documentos secretos —Entonces miró a un lado y a otro—. Algunos de ellos están en posesión del notario de Tánger. He venido ayer de Tel-Aviv. Siento estos años, hijo. Pero cuando vayáis conociendo todo, créeme que lo entenderás y espero que me perdones.
—Samir —prosiguió Youssef—, cuando llegó y conoció a tu abuela Nabila… bueno, esto merece mayor desarrollo… —Se quedó en silencio un largo rato, las lágrimas parecían salir de sus ojos y de los de Amed también. Con dos golpes de tos, bebió agua y prosiguió—. Traía pasaporte marroquí cuando entró clandestino en Marruecos. Fue el Mossad y otros agentes que ni te podrías imaginar, de la secta de los jesuitas que ayudaron muchísimo con sus vidas, quienes le salvaron y entró en Marruecos. Se convirtió al islamismo, aprovechando esa oportunidad que la vida le puso.
Leví y Noa, miraban a Youssef y Amed que asentía en mucho de lo que se relataba como si fuera un sueño, como algo que les superaba, pero que sentían que el pecho les ardía, y no lo podían remediar. Ahora tomó la palabra Amed, con su voz de acento:
—Samir, trabajaba en dos direcciones: la rebelión marroquí hartos del imperialismo brutal con el que tenían que convivir, y la caza de nazis. Negoció para poner su vida en todas las causas que fueran necesarias. Nosotros siendo niños, éramos enlaces.
—Te he puesto un ejemplo —prolongó Youssef—, de los escritos de tu abuelo, dando esas claves de ruta que el Mossad le pedía. En efecto, era un escritor para todo. Escribía desde folletines turísticos, columnas en periódicos, siempre con un mismo patrón.
—¿Cómo un mismo patrón? —preguntó Leví completamente alucinado.
—Un patrón —corrigió Youssef— de columnas, donde cada dos párrafos, comienzo de línea, salto, número y sustantivo, comunicaba públicamente con todos los agentes. Lo hacía de forma pública. ¿Quién iba a sospechar?
—El «francés» —continuó Amed—, aquel depredador no era un francés. Contrató a Samir como negro para que le escribiera novelas y hacerse en Marruecos con un prestigio, pero en realidad tenía una red enorme de alemanes y gentuza. Sabía que Joaquim Fuster había entrado en Marruecos clandestinamente y sabía que se escondía bajo el nombre de Samir Bouhachi. Le tenía completamente bajo amenaza.
—Todo cambia en este momento ¿verdad? —habló Leví—. ¡Tengo que saber todo! e imagino que sobra ir al notario…
—¡Tendremos que ir en algún momento! —habló con voz rotunda Youssef— ¡Por algo estoy aquí!
Leví se acercó a la ventana de su suite del Minzah, el almuédano con su característica llamada a la oración recomponía el aura de aquella estancia. Indicaba el Maghrib, el rezo del ocaso. El joven miraba un poco perdido. Ya habían servido té con diversos acompañamientos. Cogió aire varias veces y sintió que aquel rezo, era el rezo de un pueblo que cree, que son millones de hombres y mujeres que creen de verdad, aunque haya sus excepciones.
Pero aquella continuidad de la oración que iba de una mezquita a otra en un todo, le recordaba al rezo de los judíos que involucra el movimiento de la vela y que es conocido como Havdalah. Con todo, recordó Leví que cuando los judíos rezan, pueden inclinarse, arrodillarse o levantarse, y estos movimientos tienen diferentes significados. Algunos movimientos simbolizan la humildad y el reconocimiento de la presencia divina, mientras que otros representan la ascensión espiritual del orante hacia Dios. Durante la oración del Amida, los fieles se balancean hacia adelante y hacia atrás, lo que representa el viaje del orante hacia la presencia divina. El movimiento hacia adelante simboliza la aproximación a Dios, mientras que el movimiento hacia atrás representa el regreso a la realidad terrenal. En la oración del Tisha B'Av, en hebreo תשעה באב, tish‘āh bə-āḇ, los fieles se balancean hacia adelante y hacia atrás mientras recuerdan la destrucción del Templo de Jerusalén. Este movimiento representa la tristeza y el duelo por la pérdida del Templo y la necesidad de reconstruirlo.
Sentía que su corazón y mente se dirigía a algo muy común. Se mezclaba con el sonido del muecín, era como si lo entendiera todo. Algo dentro de él estaba cambiando. De súbito preguntó:
—Entonces ¿quién apoyaba a mi abuelo Samir, padre?
Youssef, con voz grave dijo:
—Ahora nos tenemos que ir, hijo… y Noa, que ahora también es mi hija. Ya sabrás porqué no podemos estar muy visibles estos días. Pero que sepas que: A Samir le apoyaba Israel y el pueblo marroquí todo él.