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LA CAUSA
Una novela por entregas de
Rosa Amor del Olmo
Sonia una joven burguesa madrileña descubre el día de su cumpleaños que su casa está vacía, sus familiares han desaparecido de la manera más extraña. Tiene que abrir un Diario que alguien dejó a la vista en el día de su aniversario. Sorprendida en su propia casa por los Servicios de Inteligencia del Gobierno, la Brigada Político Social (CESIBE), tiene que comenzar una aventura de espionaje, donde Federico Sánchez, Santiago Carrillo, el doctor Poole o el Teniente Coronel Aguado formarán parte directa de su vida.

Una maraña de causalidades entre combatientes de la resistencia en Madrid, descubren a la protagonista una verdad desconocida para ella. Un viaje de pesquisas a Moscú hará de Sonia una nueva persona, afrontando acciones asombrosas al lado de un Nikita Jruschov en decadencia. Los acontecimientos girarán alrededor de un gran todo que es: la causa, donde el fin justificará los medios.
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Capítulo XII


(Tiempo de lectura: 8 - 16 minutos)

Sonia, una vez que leyó lo sucedido en Madrid con el Cristo de Cuatro Caminos, quedó ciertamente impresionada, Luis Merino era amigo de su padre Juan Santiago y le tenían por muerto, sufrió un desmayo. Esto le sucedía bastante a menudo después de las palizas y entrenamiento que había recibido, no estaba bien de salud. Uno de los asistentes de Kruschev, la atendió y le dio una carta, como siempre con tinta invisible y en mensaje encriptado. Ya se ha dicho que dicha carta era del Coronel.

Ahora había que ponerse duramente a trabajar. Sonia no sabía todavía de qué lado estaba el Coronel, el hecho de haberla salvado la vida de esa manera, la tenía perpleja. Era evidente. Ahora volvían a reestructurar el comando por unos meses parado por las persecuciones y vigilancias de la político franquista. En el comando estaban implicados desde fuera Semprún, Sonia, que ya regresaba a Madrid, Benito, el químico Pablo Guimaraes, Marcelo López, Manolo Balbací, los dos impresores y el Coronel. El inspector Luis Merino no se sabía bien para quién trabajaba, al ser amigo de Juan Santiago solo creaba incertidumbre y se estaba haciendo muy famoso en tanto que detective. Todos los periódicos hablaban de él especialmente después del caso del Cristo de Cuatro Caminos.

Mientras, Kruchev con gran anhelo de relatar su historia proseguía con su relato, glosando los acontecimientos de sutil manera. Sonia no perdía comba y grababa aquellas conversaciones o disertaciones, algo de lo que no pareció apercibirse Kurschev. Nosotros, la URSS –decía- éramos la última potencia que se opuso a Hitler. La unión de republicas socialistas enmascaraba en cierto modo la política de Stalin que por otro lado y por nuestra causa había enviado a millones de personas a la muerte. Nosotros sí que habíamos hecho un país de progreso, avanzado, unido, con poder. Hitler lo sabía, sentía celos enfermos incluso de Stalingrado, de cualquier cosa que le recordara a Stalin, un gigante para él.

—¡jajaja!, comenzó a reírse. Era un infeliz. Nunca midió nuestras fuerzas –proseguía el exdirigente ruso- porque en el verano de agosto del 39 Hitler preparó una maniobra de bloqueo –se pensaba que no teníamos inteligencia- quien había jurado que iba a destruir por completo el comunismo, envió a un nazi a Moscú para firmar otro tratado de paz que después él mismo traicionaría. ¡Cuántas veces no habré visto traicionar un tratado de paz! Ese es el problema, que las gentes no tienen información más allá de lo que sucede en aquellos que tienen el poder en los países capitalistas que no son otros que los que dominan los medios informativos, los que pueden con todo e incluso transformar y/o censurar cualquier información para dirigir a un pueblo.

—Los soldados alemanes entonces ¿qué eran? - preguntó Sonia.

—Pues gente enloquecida que pensaban que tener una carrera, es decir hacerse militar era lo mejor, porque al menos siempre tendrían algo para comer y además les llenaba de orgullo los avances de su ejército aniquilando caballerías enteras de sus países vecinos. Los soldados alemanes o se alistaban o a ver qué hacían, no podían pensar como quisieran sin tener que levantar el brazo y no tenían una verdadera causa como nosotros de elevar nuestro país, de hacerlo fuerte, de crecer, de la anulación de clases sociales.

—El 20 de septiembre Hitler ordenó el bombardeo de Varsovia, la ciudad estaba rodeada, pero seguía resistiendo. El fürer quería sembrar el terror en todos los que le cercaban y lograba conseguirlo, no con nosotros claro: mirad lo que os espera. El mundo estaba horrorizado. Recuerdo cuando me informaron de que en New York la noticia del bombardeo de Varsovia pasaba a primer plano. El bombardeo de Varsovia puso de alguna forma en alerta el resto de las ciudades porque se daban cuenta de su vulnerabilidad. Era así. Por lo que París comienza a proteger sus obras, su patrimonio cultural. Es el final del 39 y los españoles de la España liberal ya han perdido la guerra y ya están todos en territorio francés, en México, en Rusia. Algunas obras de arte españolas y parte del patrimonio vinieron a Moscú enviado por el gobierno de la República que ya no existía para aquel entonces, pero queríamos que fueran protegidas esas obras de arte.

—Tendrás que ocuparte tu Sonia de estas obras que tenemos aquí.

¡Claro!, tengo el personal y los contactos necesarios.

—Tal vez deban volver a España, -afirmó el exdirigente soviético- con inteligente voz.

—Recuerda y escribe esto que te digo, que es uno de los grandes secretos –creo que ya a voces pero sin verificar- Por más que se les preparaba a la población no había manera de poder dormir en paz, porque los simulacros de ataques aéreos en Francia se daban con mucha frecuencia, las máscaras antigás eran obligatorias por la difusión de gases venenosos que se usaron en la primera guerra mundial, y ahora todo el mundo los temía. Este ensayo jamás pudo hacerse en España porque ellos no habían participado en la Gran Guerra, no tenían experiencia en bombardeos de civiles como en la primera guerra, algo insólito porque era la primera vez que se hacía esa barbaridad, las guerras son para los frentes, no para el hambriento pueblo. Mientras, Polonia seguía siendo masacrada despiadadamente. Como habían acordado con Hitler y desde nuestro Kremlin, los soviéticos, nuestros hombres avanzarían hacia la mitad de Polonia en un acuerdo completamente incongruente si bien se mira.

Se encontraron uno y otro bando –proseguía Kruschev- ejército rojo y nazi con lo que el ejército polaco se rindió ante los alemanes y al este ante los soviéticos. Fue en ese momento cuando Stalin ordenó la ejecución de 20000 prisioneros polacos. Stalin con esa acción quiso aniquilar a la elite que podía ofrecerle resistencia, y eliminó de un tiro en la cabeza a 4.500 oficiales en el Bosque de Katyn. Stalin me dijo: “estamos en guerra y tenemos que defender lo que es nuestro”. Dos años más tarde Stalin se reunió con el jefe del gobierno dirigente polaco en el exilio Sicorsky quien le entregó una lista con dirigentes polacos desaparecidos ante lo que Stalin negó cualquier implicación. La orden por la que fueron ejecutados la he tenido en mi poder y aquí te la dejo para que con ella hagas lo que consideres oportuno, está firmada por el propio Stalin y aunque él lo negara al mundo entero, bueno, aquí está.

Sonia sostuvo en sus manos aquel documento horrible por el que se firmaba la muerte de tantos y tantos hombres. Le temblaban las manos.

—Al ocupar media Polonia, -proseguía Kruschev- Stalin era un juguete para Hitler pues este necesitaba una frontera común con la URSS para llevar a cabo su plan de invadir Rusia y por fin lo tenía. Hitler que había ocupado ya media Polonia consideraba a Stalin una criaturita, pensaba que podía invadirnos en cualquier momento. Junto a Himler el jefe de las SS nombraron al nazi Hans Frank gobernador de las provincias ocupadas quien confesó en Núrember que él podía disponer fácilmente de las vidas de los polacos. Algún día también se tendrá que saber la implicación de Stalin en contra de los polacos por muy en guerra que estuviésemos, es por ello que te dejo esta documentación.

—De acuerdo. Gracias. Contestó Sonia.

—Cuando nuestro ejército rojo entró en Berlín en 1945 no había más que fuego por todos sitios, todo ardía como en un infierno. Era la ciudad liberada por los rusos. Una de nuestras columnas estaba advertida de encontrar a Esther nuestra camarada así como a otros de los nuestros. Tardamos mucho. Hitler no salió de su bunker para morir como un soldado, claro, pero pudo ver una ciudad destruida con cinco millones de hombres muertos y violencia por todos lados, como digo también, de nuestro ejército rojo.

—A partir de ahí comenzó mi vida de político que te la cuento de viva voz por ser tú mi hija Sonia Kruschev, ese era mi pacto con Stalin y la comisión, yo debía entregar esa niña a Juan Santiago Burgos y a Elisa Martínez, una mujer que sobrevivió al infierno y que Franco la llevó a condición de heroína porque la consideró amiga de su mujer, ella bajo su seudónimo claro. Me vino bien, los Burgos eran alguien en España y yo les daba mi hija a quien no podía de ninguna de las maneras ni ver, ni contactar hasta que no cumpliera esos 30 años que ahora tienes. No había manera de entender la sociedad española, recordando los discursos de Azaña y los que daba después Franco tan diametralmente diferentes. El discurso de Azaña –a quien conocí personalmente-, era un discurso de altas miras, de reconciliación de los españoles, un discurso intelectual, por su parte, el caudillo, abogaba por reforzar y justificar la lucha en las trincheras y el pasado religioso, algo tremendo y muy difícil de conciliar. En el vacío quedaba la libertad, la lucha de clases, la cultura, la educación…todos los valores que para nosotros completaban una causa por la que luchar. Ahora nada de eso existía en España, en un país donde todos pensábamos que se podría instalar nuestro Partido por más incursiones que se hicieron.

—Ya, padre. Toda esta historia creo que ya la sé.

—Probablemente sin la intervención de Sociedad de Naciones nada hubiera sido igual, si no hubiesen intervenido ninguna guerra se hubiera dado. Como decía Azaña, hemos sido capaces de poner en pie un ejército partiendo de la nada, distinguiendo claramente a los voluntarios que fueron la mayoría que han venido por ellos mismos a diferencia de los que envían sus gobiernos. Ninguna política se puede basar en el exterminio del enemigo. El miedo enloquece y el odio enfurece, el español debe distinguir estas cosas a lo largo de su historia y aquellos que quedaron, muchos sobreviviendo como podían para conservar sus vidas o las de sus familias, esos veinticuatro millones que quedaron tienen la necesidad y obligación de seguir viviendo juntos en una España invertebrada.

Kruschev murió de un ataque cardíaco en un hospital cerca de su casa en Moscú el 11 de septiembre de 1971 y fue enterrado en el Cementerio Novodévichi en Moscú, después de que se le negara un funeral de Estado y el entierro en la muralla del Kremlin. Gran versión para el mundo, pues en esos meses en que Sonia estuvo por Rusia so pretexto de conseguir la fórmula de la bomba y de infiltrarse como agente para el gobierno fascista de Franco, adivinó que fue envenenado, su padre. Ese día lloró de verdad, pues fue grande la amistad que entrevista tras entrevista con su padre había conseguido la espía madrileña. Como Kruschev sabía la “verdadera” razón del por qué estaba allí su hija, no le quedó otra que ayudarla a que fuera un agente doble. Le dio muchos documentos (como la firma de muerte de los militares polacos por Stalin) y la pieza más importante: la supuesta fórmula y proyecto de la bomba, ciertamente falsificada para darle al gobierno franquista, aunque no era ni por asomo la verdadera fórmula. Lo tenía todo y también el canal para derrocar a Franco.

Por temor a las manifestaciones, las autoridades no anunciaron la muerte de Kruschev hasta la hora de su velatorio y rodearon el cementerio con tropas. Aun así, algunos artistas y escritores se unieron a la familia en el cementerio para el entierro. El diario Pravda publicó una frase anunciando la muerte del ex primer ministro; mientras, los periódicos occidentales dieron una cobertura considerable. El veterano corresponsal en Moscú del New York Times Harry Schwartz escribió acerca de Kruschev: “El Sr. Kruschev abrió las puertas y ventanas de una estructura petrificada. Dejó el aire fresco y nuevas ideas, produciendo cambios que el tiempo ha demostrado que son irreversibles y fundamentales”. En general todo el mundo asumía la muerte, y pocos eran los que se preguntaban si la verdad existe, o si formamos parte de un mundo de invención.

El otro hijo Serguei Kruchev aguantó como pudo el silencio al que fue sometida su persona, pero no quería abandonar la URSS, él era un ingeniero altísimamente cualificado. Había trabajado entre 1958 y 1968 trabajó en sistemas de guía de misiles y en proyectiles crucero para submarinos. También participó en el desarrollo de satélites militares y naves para la exploración espacial, vehículos lunares y el cohete Protón. A partir de 1968 prestó servicios en el Instituto de Control de Computadoras de Moscú, donde fue paulatinamente ascendiendo dentro de su escalafón, desde jefe de sección hasta primer asistente del director gerente, a cargo de la realización de investigaciones. El hijo de Kruschev ayudaría en la causa a Sonia. Todo lo que quería hacer su padre antes de su muerte, era purgar sus sentimientos con la que era su hija amada, aunque fuera tarde para todo, quería contarle a Sonia, los motivos, la causa, que había provocado las olas de terror y muerte, que por otra parte, fueron necesarias para la consecución del fin. Quería decirle cómo fue su vida siempre al servicio de esa causa, al fin, despedirse de esa niña a la que nunca pudo ver crecer y que vino un día a demostrarle que era igual que él. Esos días en los que Sonia le visitaba, le dieron gran fuerza también para terminar sus Memorias. Era un ruso, que quería vivir en Rusia.

Semprún era un punto clave, aunque el inspector Luis Merino, estaba detrás de todos ellos. Había que andarse con cuidado porque a pesar de todo, nadie se fiaba de él, como nadie se fiaba de un inspector o detective o ambas cosas que eso mismo era Luis Merino, pero con un entrenamiento de guerrero. Era muy versátil como Sonia y podían aparentar físicamente cualquier personaje que hiciera falta, esto ya se ha podido ver a lo largo de esta historia. Aquellos días en los que Federico Sánchez (Semprún) tocaba el piano en el Café de la Fleur de París organizando y preparando diversos atentados, volvían de nuevo. París era el lugar, pero también lo sería el Café Comercial de Madrid, donde Benito en su silla de ruedas coordinaba el comando. Se habían unido varios vascos de la ETA, además del equipo de guerrilleros rusos que a Sonia le había proporcionado el gobierno soviético. Guimaraes el químico, trabajaba en la sombra con el Coronel. Ya estaba casi todo listo para combatir al dictador Francisco Franco.

Se habían unido a la causa más y más militantes todos ellos con doble vida y distribuidos por barrios, el de Salamanca con los Santiago, Benito, el Coronel, los impresores en Carabanchel y la zona sur. Semprún en el barrio de Chamberí junto a militantes que vinieron de México. Había contactos en los hospitales, comisarías, universidades, algunos policías, músicos, alguna folclórica que eran aprovechadas como enlaces por sus salidas al extranjero. Todo estaba organizado y la carta encriptada del Coronel a Sonia resultó ser mucho más perversa de lo que se pudiera uno imaginar. Todo era tan tremendo. Tenían entre sus manos, tales documentos que comprometían no solo el gobierno de Stalin, el de Franco como para haberle hecho un nuevo Nuremberg. Todo encajaba, todo volvía a su ser.

A la vuelta a España, Sonia estaba al tanto –como todos los que venían de fuera- de que durante la dictadura franquista surgieron diferentes organizaciones terroristas. La primera víctima mortal del terrorismo en España fue la niña Begoña Urroz en 1960. Fue alcanzada en una estación de tren de San Sebastián por la explosión de una bomba que había colocado el DRIL, Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación. Además, antes de la muerte de Franco nacieron los GRAPO, de inspiración ultraizquierdista, y ETA, de ideología nacionalista vasca radical, que tras romper con el PNV fue fundada en 1958. Se había iniciado una nueva etapa muy previa al alcance de la libertad democrática. ¿Cómo se urdió todo ello? En esos días, se comenzó a gestar la muerte de Franco, Carrero Blanco…tantos otros. Solo había que reorganizar las cédulas. El terrorismo no fue una consecuencia inevitable de la existencia de una dictadura en España. El terrorismo surgió en esas mismas fechas también en países democráticos del entorno español, y era necesario porque todavía la manipulación y el oscurantismo en el país español porque fue el lugar de ensayo de los mayores criminales. Franco lo había permitido, como tantas cosas. ETA quiso iniciar una espiral de violencia, consistente en, primero, cometer atentados; segundo, provocar la respuesta agresiva de la dictadura; y tercero, generar una corriente de simpatía hacia su causa entre la población vasca y navarra. Pocos previeron entonces que el terrorismo continuaría tras la dictadura, con mayor intensidad que durante la misma.

Ni Sonia ni el Coronel ni el comando que liberaría España se consideraban terroristas, no lo eran. España seguiría dividida para siempre. Motivos textuales había para darle la vuelta al país entero.

Sonia se había levantado esa mañana después de haber pasado la noche junto al Coronel. Ahora estaban juntos, Sonia no sabía por qué, eran primos y no lo sabían, aunque de haberlo sabido tampoco importaba. El Coronel hijo de Hélène y Sonia hija de Elisa. Poco importaba, la causa había superado todos sus prejuicios, ahora solo tenían que entenderse el uno al otro. Cuando Sonia abrió uno de los cajones del armario de la alcoba donde dormía junto al Coronel, descubrió medallas, emblemas, una suerte de documentación que hasta ese momento no había visto nunca. Al menos diez pasaportes, objetos diversos, documentación en alemán, sobres cerrados con el marchamo de classified documents. Era una mañana cualquiera de primavera y como siempre la realidad supera la ficción. Mientras se quedaba perpleja por todo lo que encontró en el armario, llamaron a la puerta, Sonia corrió a abrir, pensando que era su amante el Coronel, quien había salido y no estaba. Algunos cercanos a Franco podían hacer lo que querían. Pero súbitamente, de nuevo entraron a saco los perros de la DGT y se la llevaron a los bajos de Sol, otra vez casi tres años después. La verdad se circunscribía en un gran Todo que ella misma no podía entender. Mismo paseo, mismo hedor, gritos y de nuevo se encontró en el despacho del que era su amante, el Coronel, de espaldas, se giró ahora sin parche en el ojo, ahora tenía una fiera mirada. 

—¡Amiga Sonia! Echó una carcajada que más era del diablo que humana.

—¿Pero qué es esto?

Sonia se desmayó.