Tensiones chino-estadounidenses a la sombra de la guerra en Ucrania
- Escrito por Érick Duchesne
- Publicado en Global
En un reciente artículo en The Conversation, analicé por qué China podría actuar como mediadora en el conflicto de Ucrania. Añadía que esa intervención saludable de Pekín no era inminente y que se produciría cuando Xi Jinping lo considerara de interés nacional.
Desde entonces, cada vez se reclama un papel más activo de China. Como especialista en negociaciones internacionales, este artículo tiene dos objetivos: reevaluar la posibilidad de una intervención mediadora del Reino Medio tras casi un mes de guerra y estimar los efectos de tal iniciativa en una reducción de las tensiones sino-americanas.
Dos grandes trampas en el tablero mundial
Durante la anterior administración estadounidense de Donald Trump, muchos analistas expresaron su preocupación por el futuro de las relaciones económicas internacionales. La era de cooperación económica de la posguerra corría el riesgo de convertirse en un antagonismo sistémico entre Estados Unidos y China.
Esta aprensión quedó ilustrada por dos grandes escollos en el horizonte de las relaciones económicas mundiales. Hasta la invasión rusa de Ucrania, la atención de Joe Biden se centraba en cuestiones internas. Las agudas tensiones entre las dos grandes potencias no cambiaron.
La trampa de Tucídides, basada en el relato del gran historiador griego sobre la Guerra del Peloponeso (431-411 d.C.), describe una situación histórica en la que una potencia dominante entra en guerra con una potencia emergente por el temor de la primera a la aparición de la segunda. La advertencia de Tucídides se repite en los escritos de estudiosos, como Graham Allison, que sostienen que la actual guerra comercial entre Washington y Pekín está motivada por un esfuerzo desesperado de Estados Unidos por mantener su primacía económica mundial a medida que su posición hegemónica declina.
A su vez, la trampa de Kindleberger se refiere a un estado del mundo en las relaciones internacionales en el que una nueva potencia dominante no consigue (por falta de capacidad o voluntad) proporcionar los bienes públicos internacionales que proporcionaba la anterior potencia dominante.
Aunque atribuye la larga paz de la posguerra al papel desempeñado por la hegemonía estadounidense, Kindleberger advierte de los riesgos de volver a la desastrosa década de los años 30, cuando Estados Unidos, la potencia económica y militar más avanzada, no logró salvar el abismo dejado por el relativo declive hegemónico de Gran Bretaña.
Joseph S. Nye ha llamado a este vacío de liderazgo en el sistema internacional la trampa de Kindleberger. Sin este liderazgo económico, ya sea de una potencia hegemónica benévola o de una coalición de Estados afines, todos los esfuerzos de coordinación económica y política de las últimas décadas corren el riesgo de quedar anulados.
China responde golpe a golpe
Bajo la anterior administración estadounidense, la guerra comercial entre Washington y Pekín fue in crescendo. Donald Trump no escatimó esfuerzos para frenar el ascenso de China (una política que en gran medida ha mantenido la Administración Biden hasta hoy).
Los riesgos asociados a la trampa de Tucídides se mantienen. A esto se suma el fantasma de la trampa de Kindleberger. A los gritos del "Make America Great Again" de Trump o del "Build Back Better" de Biden, EEUU parece abandonar voluntariamente su liderazgo económico, mientras que China no está dispuesta a tomar el relevo. En otras palabras, habrá un enorme vacío que podría arrastrar a la economía mundial al desorden y la confusión si los estadounidenses desvinculan su economía de China y de la mayor parte del mundo, si adoptan una estrategia de contención y si vuelven a una posición aislacionista de antes de la guerra.
Es poco probable que China cierre esta brecha a corto y medio plazo, a pesar de su énfasis en el poder blando expresado en las Nuevas Rutas de la Seda. Aunque es dudoso que un solo acontecimiento, por muy significativo que sea, sea suficiente para cambiar las placas tectónicas del liderazgo internacional, ¿no podría la guerra en Ucrania ayudar a disminuir o posponer los efectos de las dos trampas señaladas anteriormente?
¿Una salida a las dos trampas de la geopolítica mundial?
El viaje del Presidente Joe Biden a Bruselas para reunirse con los líderes de la OTAN, el G7 y la UE no es la primera señal de la reincorporación de Estados Unidos a los asuntos internacionales. Sin embargo, señala la importancia de la guerra en Ucrania para el fortalecimiento de los lazos transatlánticos.
La solidaridad de los miembros de la OTAN y la coherencia de las acciones de las naciones europeas y norteamericanas en apoyo a Ucrania alivian los temores de un vacío de liderazgo internacional que se preveía bajo la presidencia de Trump.
Mientras que la trampa de Kindleberger parece estar en la mesa de trabajo por el momento, es la reciente videoconferencia entre Joe Biden y Xi Jinping la que está atrayendo más atención. Mientras que el comunicado de prensa de Estados Unidos sobre esta reunión fue bastante escueto, el de China fue mucho más revelador. Ambas partes se comprometieron a tratar eficazmente la competencia y los desacuerdos entre ellas. Reconocieron que la evolución de su relación dará forma al mundo del siglo XXI. Esta política de apertura y el compromiso de mantener canales regulares de comunicación entre los dos líderes demuestran la voluntad de hacer frente a los temores de la trampa de Tucídides.
Tres escenarios para China
Sin embargo, la verdadera prueba de la reducción de las tensiones entre las dos grandes potencias es la participación de China en la guerra de Ucrania. Hay tres escenarios posibles.
En primer lugar, el escenario menos probable es un alineamiento inequívoco de China con Rusia. En tal caso, estaríamos ante una trampa de Tucídides, en una trayectoria que ni siquiera Xi Jinping podría haber previsto cuando las tropas de Putin cruzaron la frontera ucraniana.
Un segundo escenario es que se mantenga la ambigüedad estratégica de China, en una actitud de espera en la que el conflicto se resuelva en una dirección aún desconocida. A pesar de la insistencia china en su no beligerancia, su "poder blando" y su liderazgo internacional se verían seriamente cuestionados.
La tercera hipótesis me parece la más plausible. Ante la creciente presión para que interceda ante Vladimir Putin, Xi Jinping se compromete a colaborar con otros líderes internacionales para encontrar una solución diplomática al conflicto.
Este compromiso podría adoptar diversas formas, incluida una nueva llamada a la conciliación coordinada con Emmanuel Macron y Olaf Scholz. En mi opinión, sería la mejor opción no sólo para encontrar una solución diplomática al conflicto de Ucrania, sino también para reducir la sombra de las trampas de Tucídides y Kindleberger.
Traducción del artículo original publicado por Érick Duchesne.
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